El 28 de agosto de 1963
Martin Luther King brindó su discurso "Yo tengo un sueño" en los
escalones del monumento a Lincoln en Washington D.C, un punto de inflexión en
la lucha del Movimiento por los Derechos Civiles en los Estados Unidos. En 1964
llamó a iniciar una “guerra a la pobreza” y en 1965 enfrentó la guerra de
Vietnam, con un enfoque que se iba radicalizando. El 4 de abril de 1967, afirmó
que “la verdadera compasión es más que dar una limosna a un mendigo;
permite ver que un edificio que produce mendigos tiene necesidad de una
reestructuración. […] de Vietnam a África del Sur pasando por América latina,
los Estados Unidos están en el lado malo de la revolución mundial”. Era
demasiado. En la misma fecha, un año después, fue asesinado. Los sueños que
soñó en sus últimos años siguen esperando quien los retome y realice. Ofrecemos
a nuestros amigos el texto completo de “I have a dream”.
Estoy feliz de unirme a ustedes
hoy en lo que quedará en la historia como la mayor demostración por la libertad
en la historia de nuestra nación.
Hace años, un gran americano, bajo
cuya sombra simbólica nos paramos, firmó la Proclama de Emancipación. Este importante
decreto se convirtió en un gran faro de esperanza para millones de esclavos
negros que fueron cocinados en las llamas de la injusticia. Llegó como un
amanecer de alegría para terminar la larga noche del cautiverio.
Pero 100 años después, debemos
enfrentar el hecho trágico de que el negro todavía no es libre. Cien años
después, la vida del negro es todavía minada por los grilletes de la
discriminación. Cien años después, el negro vive en una solitaria isla de
pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material. Cien años después
el negro todavía languidece en los rincones de la sociedad estadounidense y se
encuentra a sí mismo exiliado en su propia tierra.
Y así hemos venido aquí hoy para
dramatizar una condición extrema. En un sentido llegamos a la capital de
nuestra nación para cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra
república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y la
Declaratoria de la Independencia, firmaban una promisoria nota de la que todo
estadounidense sería el heredero. Esta nota era una promesa de que todos los
hombres tendrían garantizados los derechos inalienables de "Vida, Libertad
y la búsqueda de la Felicidad".
Es obvio hoy que Estados Unidos ha
fallado en su promesa en lo que respecta a sus ciudadanos de color. En vez de
honrar su obligación sagrada, Estados Unidos dio al negro un cheque sin valor
que fue devuelto marcado "fondos insuficientes". Pero nos rehusamos a
creer que el banco de la justicia está quebrado. Nos rehusamos a creer que no
hay fondos en los grandes depósitos de oportunidad en esta nación. Entonces
hemos venido a cobrar este cheque, un cheque que nos dará las riquezas de la
libertad y la seguridad de la justicia.
Sofocante verano del descontento
También vinimos a este punto para
recordarle de Estados Unidos de la feroz urgencia del ahora. Este no es tiempo
para entrar en el lujo del enfriamiento o para tomar la droga tranquilizadora
del gradualismo. Ahora es el tiempo de elevarnos del oscuro y desolado valle de
la segregación hacia el iluminado camino de la justicia racial. Ahora es el
tiempo de elevar nuestra nación de las arenas movedizas de la injusticia racial
hacia la sólida roca de la hermandad. Ahora es el tiempo de hacer de la
justicia una realidad para todos los hijos de Dios.
Sería fatal para la nación el no
percatar la urgencia del momento. Este sofocante verano del legítimo
descontento del negro no terminará hasta que venga un otoño revitalizador de
libertad e igualdad. 1963 no es un fin, sino un principio. Aquellos que piensan
que el negro sólo necesita evacuar frustración y que ahora permanecerá contento,
tendrán un rudo despertar si la nación regresa a su rutina habitual.
No habrá ni descanso ni
tranquilidad en Estados Unidos hasta que el negro tenga garantizados sus
derechos de ciudadano. Los remolinos de la revuelta continuarán sacudiendo los
cimientos de nuestra nación hasta que emerja el esplendoroso día de la justicia.
Pero hay algo que debo decir a mi
gente, que aguarda en el cálido umbral que lleva al palacio de la justicia: en
el proceso de ganar nuestro justo lugar no deberemos ser culpables de hechos
erróneos. No saciemos nuestra sed de libertad tomando de la copa de la amargura
y el odio. Siempre debemos conducir nuestra lucha en el elevado plano de la
dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa
degenere en la violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las
majestuosas alturas de la resistencia a la fuerza física con la fuerza del alma.
Esta nueva militancia maravillosa
que ha abrazado a la comunidad negra no debe conducir a la desconfianza de los
blancos, ya que muchos de nuestros hermanos blancos, como lo demuestra su
presencia aquí hoy, se han dado cuenta de que su destino está atado a nuestro
destino. Se han dado cuenta de que su libertad está ligada inextricablemente a
nuestra libertad. No podemos caminar solos. Y a medida que caminemos, debemos
hacernos la promesa de que marcharemos hacia el frente. No podemos volver atrás.
Existen aquellos que preguntan a
quienes apoyan la lucha por derechos civiles: "¿Cuándo quedarán
satisfechos?" Nunca estaremos satisfechos en tanto el negro sea víctima de
los inimaginables horrores de la brutalidad policial. Nunca estaremos
satisfechos en tanto nuestros cuerpos, pesados con la fatiga del viaje, no
puedan acceder a alojamiento en los moteles de las carreteras y los hoteles de
las ciudades. No estaremos satisfechos en tanto la movilidad básica del negro
sea de un gueto pequeño a uno más grande. Nunca estaremos satisfechos en tanto
a nuestros hijos les sea arrancado su ser y robada su dignidad por carteles que
rezan: "Solamente para blancos".
No podemos estar satisfechos y no
estaremos satisfechos en tanto un negro de Mississippi no pueda votar y un
negro en Nueva York crea que no tiene nada por qué votar. No, no estamos
satisfechos, y no estaremos satisfechos hasta que la justicia nos caiga como
una catarata y el bien como un torrente.
No olvido que muchos de ustedes
están aquí tras pasar por grandes pruebas y tribulaciones. Algunos de ustedes
apenas salieron de celdas angostas. Algunos de ustedes llegaron desde zonas
donde su búsqueda de libertad los ha dejado golpeados por las tormentas de la
persecución y sacudidos por los vientos de la brutalidad policial. Ustedes son
los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen su trabajo con la fe de que
el sufrimiento sin recompensa asegura la redención.
Vuelvan a Mississippi, vuelvan a
Alabama, regresen a Georgia, a Louisiana, a las zonas pobres y guetos de las
ciudades norteñas, con la sabiduría de que de alguna forma esta situación puede
ser y será cambiada.
No nos deleitemos en el valle de
la desesperación. Les digo a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas las
dificultades y frustraciones del momento, yo todavía tengo un sueño. Es un
sueño arraigado profundamente en el sueño americano.
El sueño
Yo tengo un sueño que un día esta
nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo, creemos que
estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales.
Yo tengo un sueño que un día en
las coloradas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de
los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de
la hermandad.
Yo tengo un sueño que un día
incluso el estado de Mississippi, un estado desierto, sofocado por el calor de
la injusticia y la opresión, será transformado en un oasis de libertad y
justicia.
Yo tengo un sueño que mis cuatro
hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el
color de su piel sino por el contenido de su carácter.
¡Yo tengo un sueño hoy!
Yo tengo un sueño que un día cada
valle será exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios escarpados
serán aplanados y los sitios sinuosos serán enderezados, y que la gloria del
Señor será revelada, y toda la carne la verá al unísono.
Esta es nuestra esperanza. Esta es
la fe con la que regresaré al sur. Con esta fe seremos capaces de esculpir de
la montaña de la desesperación una piedra de esperanza.
Con esta fe seremos capaces de
transformar las discordancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de
hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de
luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra libertad juntos,
con la certeza de que un día seremos libres.
Este será el día, este será el día
en que todos los niños de Dios serán capaces de cantar con un nuevo
significado: "Mi país, dulce tierra de libertad, sobre ti canto. Tierra
donde mis padres murieron, tierra del orgullo del peregrino, desde cada ladera,
dejen resonar la libertad". Y si Estados Unidos va a convertirse en una
gran nación, esto debe convertirse en realidad.
Entonces dejen resonar la libertad
desde las prodigiosas cumbres de Nueva Hampshire. Dejen resonar la libertad
desde las grandes montañas de Nueva York. Dejen resonar la libertad desde los
Alleghenies de Pennsylvania. Dejen resonar la libertad desde los picos nevados
de Colorado. Dejen resonar la libertad desde los curvados picos de California.
Dejen resonar la libertad desde las montañas de piedra de Georgia. Dejen
resonar la libertad de la montaña Lookout de Tennessee. Dejen resonar la libertad
desde cada colina y cada topera de Mississippi, desde cada ladera, dejen
resonar la libertad.
Y cuando esto ocurra, cuando
dejemos resonar la libertad, cuando la dejemos resonar desde cada pueblo y cada
caserío, desde cada estado y cada ciudad, seremos capaces de apresurar la
llegada de ese día cuando todos los hijos de Dios, hombres negros y hombres
blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos, serán capaces de unir sus
manos y cantar las palabras de un viejo spiritual negro: “¡Por fin somos libres!
¡Por fin somos libres! Gracias a Dios todopoderoso, ¡por fin somos libres!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario