Seguimos con nuestra selección dominical de Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, de Héctor Zimmerman, Editorial Aguilar.
La jota fue por mucho tiempo la Cenicienta de las letras. Y continúa siendo, a veces, el equivalente de lo ínfimo.
Ya el Evangelio registra esa condición: “Hasta que perezcan el Cielo y la Tierra”, se asegura allí, “ni una jota ni un ápice serán quitados de la ley…”. El texto alude a la yod, la más pequeña del alfabeto hebreo. Apenas un palito, que los romanos hicieron crecer: para que sonara como consonante le agregaban una colita que con el tiempo se convirtió en el “rulo” inferior que hoy lleva. Se tardó siglos en reconocerle un lugar en el abecedario español, tanto que durante una larga época se lo recitaba pasando directamente de la i a la k.
Hoy la jota figura a la par de las demás. Pero el dicho subsiste. Para dar a entender que no entendemos nada.
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