viernes, 8 de mayo de 2015

Mentiras y Verdades sobre la derrota del nazismo


     Este sábado 9 de mayo se conmemora el 70 aniversario de la victoria sobre el nazismo en la Segunda Guerra Mundial, una fecha que parte en dos la historia del siglo XX, y se festeja el 8 de mayo en Europa y el 9 de mayo en la ex Unión Soviética, porque la capitulación del ejército alemán se firmó a la medianoche, cuando ya era la madrugada del día siguiente en Moscú.

     Mientras la Plaza Roja realizará un impactante desfile militar en homenaje al Ejército Rojo y a las casi 30 millones de víctimas que puso la Unión Soviética en ese conflicto, los líderes europeos y de Estados Unidos no piensan asistir y, de hecho, boicotean dicha celebración.

     La decisión forma parte de una gran ofensiva de falsificación de la historia que mantiene la línea de engaño basada en reducir, e incluso negar, el papel decisivo que jugó la Unión Soviética y su pueblo, luego que las potencias occidentales alimentaran al nazifascismo con la esperanza de aplastar a “amenaza roja”. Pero ahora, en una etapa donde la crisis capitalista mundial incrementa su agresividad, se añade una profusa propaganda para equiparar stalinismo con el genocidio nazi, y a la vez promover los movimientos nacionalistas bálticos, ultraderechistas y fascistas,  contra Rusia.

     Ucrania, tal vez el ejemplo más claro,  rompe una tradición de 69 años, y celebra el 8 de mayo, para coincidir con el festejo europeo, a la vez que reemplaza la emblemática bandera roja y la cinta naranja y negra de San Jorge, de la cual colgaban las medallas de los héroes del Ejército Rojo, por una amapola roja tomada de la tradición británica, y eliminando la definición soviética de “Gran Guerra Patria”, para referirse a la Segunda Guerra Mundial.

     La “Gran Guerra Patria” tiene más peso hoy en la memoria colectiva de los países que formaron la Unión Soviética, que la propia revolución de 1917. En cada ciudad y pueblo, hay un fuego eterno al soldado desconocido, como el dispuesto en las murallas del Kremlin, donde las novias ofrecen sus ramos y se toman fotos.
    

El “pecado original” de la II Guerra Mundial

     Ante la primera crisis profunda del capitalismo en su fase imperialista, que eclosionó en 1929, el capital financiero armó a los elementos más reaccionarios y terroristas de la derecha europea e hizo un primer ensayo general en la intervención contra la República Española, en la que Hitler y Göering estrenaron su aviación de bombardeo contra el pueblo vasco de Guernica, símbolo de la lucha histórica por la independencia y los derechos civiles y políticos de los pueblos.

     En 1938 la democracia liberal, léase el capitalismo inglés y francés, encabezados por Chamberlain y Daladier, con el claudicante pacto de Múnich entregó 
Checoslovaquia a la Alemania nazi. El objetivo no declarado de esa negociación fue “apaciguar” a Hitler y dejarle el camino expedito para atacar a la Unión Soviética.

     El 22 de junio de 1941, pese a la existencia de un “pacto de no agresión”, bajo el nombre de Operación Barbarroja, se lanzó la invasión contra la Unión Soviética con 4 millones de soldados, que ocuparon un frente de casi 3 mil kilómetros, desde el Báltico hasta el mar Negro.

     Durante cuatro años, el país de los soviets soportó el peso principal de la contienda. Los nazis demolieron 1.710 ciudades, más de 70.000 pueblos y aldeas y arrasaron 32.000 empresas industriales. Se destruyó poco menos del 30% de la riqueza nacional y casi treinta millones de vidas humanas. El 30 de marzo de 1941, Hitler declaró a su generalato: “Esta es una guerra de exterminio. En el este la crueldad de hoy significa el bien en el futuro”. El partido bolchevique perdió en combate más de la mitad de sus cuadros más experimentados, lo que influyó en el posterior vaciamiento del poder popular, de los soviets, y en la burocratización que terminó por tumbar a la revolución.

     Los alemanes llegaron hasta la ciudad de Stalingrado, a orillas del río Volga, donde, en el invierno de 1942-1943, se libró la batalla decisiva del siglo XX, en la cual 2 millones de soviéticos dejaron su vida, derrotando al VI Ejército del general Von Paulus. Ello marcó el comienzo del fin del nazismo.

     Desde Stalingrado se inició la marcha triunfal del Ejército Rojo hacia Berlín, liberando a su paso toda Europa del Este y los campos de exterminio de Auschwitz, Majdanek, Buchenwald, Bergen Belsen, Sachensehausen, Ravensbruck, entre otros, hasta hacer ondear la bandera roja en lo alto del Reichstag.

     La población soviética tuvo 20 veces más víctimas que Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos juntos; 80% de los soldados alemanes que murieron, combatían contra el Ejército Rojo. El Holocausto, o extermino de los judíos, cobró 7 millones de vidas, la mayoría de ellos polacos y soviéticos.


Negar la historia I

     Un nuevo eje de falseamiento de la historia por parte de los países capitalistas desarrollados y sus títeres en el Báltico, consiste en negar el papel liberador del Ejército Rojo y la dimensión del Holocausto se quieren diluir a favor de una versión que equipara los crímenes nazis con las represiones estalinistas, igualando a quienes combatieron al nazismo, con los que lucharon contra la Unión Soviética del lado de los nazis, asesinando millones de judíos.

     En enero el gobierno polaco no invitó a Vladimir Putin al 70 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, y el canciller de ese país, Grzegorz Schetyna, negó el papel soviético en la liberación del campo: “Fue el Primer Frente Ucraniano el que liberó Auschwitz”, dijo, pero ese frente era parte del Ejército Rojo, formado por todas las nacionalidades de la URSS.

     La Rada (Parlamento) de Ucrania aprobó el 9 de abril una ley que condena tanto al comunismo como al nazismo y prohíbe los símbolos de ambos; y otra ley “sobre el estatus legal y la honra a los combatientes por la independencia de Ucrania en el siglo XX”, otorga categoría de héroes a los que lucharon junto con los nazis contra la URSS. La Organización Nacionalista Ucraniana (OUN) de Stepan Bandera y el Ejército Insurgente Ucraniano (UPA), son reconocidos como legítimos combatientes de la Segunda Guerra que lucharon por la independencia de Ucrania, garantizándoles beneficios sociales y condecoraciones, y de ahora en adelante será delito cualquier crítica a estas organizaciones.

     El Centro Simón Wiesenthal, dedicado a la investigación del Holocausto y a la persecusión de criminales de guerra alemanes, condenó la ley en duros términos. “La prohibición del comunismo y del nazismo coloca un signo igual entre el régimen más genocida de la historia, con el régimen que liberó Auschwitz y ayudó a terminar el terror del Tercer Reich”, afirmó Efraim Zuroff, el más importante “cazador de nazis” en la actualidad.

     Un grupo de profesores e intelectuales de las más importantes universidades europeas y de Estados Unidos escribió en abril una carta al presidente ucraniano Petró Poroshenko, publicada en el sitio web krytika.com, en la que manifestaba su preocupación por la inclusión de la OUN y la UPA como “combatientes por la independencia de Ucrania”, y por la ley que prohíbe la propaganda de “los regímenes comunista y nacional socialista”, que considera un delito negar “el carácter criminal del régimen totalitario comunista en Ucrania entre 1917 y 1991″. “La condena en su totalidad al periodo soviético tendrá consecuencias injustas e incongruentes”, pues podría ser acusado “cualquiera que destaque el desarrollo de la cultura ucraniana y de su lenguaje en los años veinte”, cuando nació la República Soviética de Ucrania y se estableció por primera vez su idioma como obligatorio.

     El profesor Dovid Katz, editor de Defending History.com y profesor de yiddish en la Universidad de Vilnius, Lituania, explica que esta revisión histórica se ha dado en todos los países del Báltico.

      Katz explica que la teoría del “doble genocidio”, que equipara los crímenes nazis con los soviéticos, “es un sinsentido”, porque “es absurdo decir que los liberadores de Auschwitz son iguales a los que perpetraron el genocidio allí”. “En el este de Europa, se ha vuelto común hablar de los crímenes soviéticos como ‘genocidio’, mientras que los perpetradores locales del Holocausto son convertidos en “luchadores por la libertad” y “héroes nacionales”, porque fueron anti soviéticos”, agrega. “Lavarle la cara al genocidio hitlerista está muy vinculado con racismo, antisemitismo, homofobia y supremacía aria”, dice, al tiempo que se permiten marchas neonazis en las capitales de Lituania y Letonia, la construcción de monumentos y nombramiento de calles en honor a los colaboradores nazis. “¿Qué tipo de educación ética, de valores occidentales y europeos, puede tomarse en serio en la Universidad Vytautas Magnus de Kaunas, cuando un salón de actos tiene el nombre del primer ministro títere nazi de 1941, que puso su firma en los documentos que enviaban a los judíos de Kaunas a un campo de exterminio?”, pregunta el profesor.

    Katz denuncia que  Ucrania “ha superado en un año lo que pasó en el este de Europa durante las últimas décadas”, y  comenta una foto en la cual el presidente Poroshenko viste un traje militar con el nombre de Stepan Bandera: “Podría ser una broma, si no fuera porque Bandera fue uno de los grandes perpetradores del Holocausto. Al convertir en fiesta nacional el día en que se fundó una organización hitlerista, al erigir estatuas de Bandera, cuyos seguidores fueron culpables de la carnicería de cientos de miles de judíos y polacos, Ucrania ha perdido el derecho moral de cualquier ayuda occidental”, agrega.

     Esta revisión histórica está al servicio del curso acelerado de Ucrania hacia la OTAN y la Unión Europea, tras las manifestaciones de la Plaza Maidán que llevaron a la caída del presidente Víctor Yanukovich en febrero de 2014. En un país partido en dos, con una amplia población pro-rusa, las medidas del nuevo gobierno de Kiev, como prohibir el idioma ruso, provocaron el estallido de protestas en las regiones orientales y el plebiscito en el cual la península de Crimea decidió reincorporarse a la Federación Rusa. Kiev respondió con una guerra abierta contra las regiones de Donetsk y Lugansk, que proclamaron su independencia, causando más de 6 mil muertos en menos de un año.
     Los enfrentamientos se redujeron tras la última tregua pactada en la ciudad de Minsk en febrero pasado, pero la violencia no ha cesado.

     Sin embargo, la glorificación de los perpetradores del Holocausto y el genocidio nazi, no han sido condenadas por la Unión Europea y Estados Unidos. Por el contrario, a fines de abril se iniciaron ejercicios militares conjuntos entre Ucrania y Estados Unidos en el cual toman parte 300 soldados de la Brigada Aérea 173 con sede en Italia, que entrenarán a mil 200 soldados del ejército regular ucraniano y cerca de mil miembros de la Guardia Nacional, entre ellos, miembros de los batallones paramilitares financiados de manera privada que han combatido en Donetsk y Lugansk, como el batallón Azov, comandado por Andriy Biletsky, de clara tendencia pronazi, cuyas banderas son una esvástica modificada, y que, según un cable del 25 de marzo de Reuters, “propaga consignas de supremacía blanca y pureza racial”.


Negar la historia II

     Junto a este nuevo intento de ocultamiento y engaño, se mantiene el que la “gran prensa” concentrada impulsa hace décadas: engañar al mundo, y en particular a las nuevas generaciones de europeos acerca que su liberación se debe a EEUU e Inglaterra y que la Rusia de hoy es una amenaza para la paz. Los mismos infundios de las décadas del 20 al 40 del siglo pasado.

     También la historiografía burguesa intenta minimizar el papel del País de Octubre y de la resistencia -mayoritariamente de los partidos comunistas- en los países ocupados, como los legendarios "maquis" franceses, y los "partisanos".

     Por eso, atribuyen la derrota a “errores personales de Hitler”, al “General Invierno”, como si los soviéticos fueran inmunes al frío; al “barro que atascaba el movimiento de camiones, tanques y pertrechos…”, como si el armamento socialista volara, etc. Lo concreto es que el Ejército Rojo derrotó 607 divisiones, inutilizó 48.000 tanques, 77.000 aviones y 1.600 navíos de combate, además de dar de baja a más de diez millones de soldados y oficiales de los trece millones y medio con que contaba la Wermacht. 

     También el Ejército Rojo derrotó a las tropas niponas de Kuangtung y entregó todo el armamento confiscado a las columnas del Partido Comunista Chino, dirigido por Mao Tse Tung y Tchu Te, armas con las que dieron inicio a la Gran Marcha. En cambio el conjunto de países aliados, aparte de retrasar la provisión del material de guerra acordado y demorar la apertura del segundo frente para que el desgaste mayor lo sufriera la URSS, batió solo 106 divisiones nazis en África, Italia y Europa occidental.

     Los hechos son contundentes, tres de las cuatro batallas decisivas se libraron en territorio de la URSS: Moscú, Stalingrado y el arco de Kursk. Con las dos primeras se paró y desarticuló la “blitzkrieg” -guerra relámpago- y se retomó la iniciativa estratégica. Con la victoria de Kursk se expulsó a los invasores del territorio patrio y la embestida no paró hasta Berlín.

     El 9 de mayo de 1945, humeaba el bunker hitleriano y sobre las ruinas del Reichstag flameaba la bandera roja con la hoz y el martillo. La humanidad celebraba el inicio de una nueva era. Con la victoria y la subsiguiente desnazificación se lograron varias décadas sin guerras mundiales y la abrumadora mayoría de colonias y países dependientes iniciaban el camino a su independencia política.


          Como bien señala el luchador sanjuanino Rogelio Roldán: los planes de dominio mundial del capital financiero fracasaron en esa instancia, pero hoy los retoma y agrava el complejo militar industrial norteamericano de la mano de la derecha tanto republicana como demócrata, el Tea Party, el estado sionista de Israel y la cúpula de la Unión Europea, encabezada por la banquera Frau Merkel y pirata James Cameron. Lo hace en plena crisis civilizatoria del sistema capitalista mundial, lo cual lo torna más agresivo y peligroso. El presidente Evo Morales en la reciente cumbre de Panamá, con su magistral pregunta a Obama -“Señor Presidente, ¿hasta cuándo va a convertir al mundo en teatro de guerra?”- graficó una de las tareas principales de los revolucionarios hoy: luchar contra el imperialismo y su política guerrerista esté donde esté. Será esta la mejor forma de honrar a los héroes que masivamente dieron su vida para asegurar el futuro de la humanidad.

2 comentarios:

  1. Estimado Alberto,con referencias puntuales y buenas fuentes informativas expone Ud con claridd la distorsión que se pretende hacer en Europa acerca de la derrota del nazismo y el rol de la ex URSS.El Relato de Hollywood parece hacerse realidad

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