Este sábado 9
de mayo se conmemora el 70 aniversario
de la victoria sobre el nazismo en la Segunda Guerra Mundial, una fecha que
parte en dos la historia del siglo XX, y se festeja el 8 de mayo en Europa y el
9 de mayo en la ex Unión Soviética, porque la capitulación del ejército alemán
se firmó a la medianoche, cuando ya era la madrugada del día siguiente en
Moscú.
Mientras la
Plaza Roja realizará un impactante desfile militar en homenaje al Ejército Rojo
y a las casi 30 millones de víctimas que puso la Unión Soviética en ese conflicto,
los líderes europeos y de Estados Unidos no piensan asistir y, de hecho,
boicotean dicha celebración.
La decisión forma parte de una gran
ofensiva de falsificación de la historia que mantiene la línea de
engaño basada en reducir, e incluso
negar, el papel decisivo que jugó la Unión Soviética y su pueblo, luego que
las potencias occidentales alimentaran al nazifascismo con la esperanza de
aplastar a “amenaza roja”. Pero ahora, en una etapa donde la crisis capitalista
mundial incrementa su agresividad, se añade
una profusa propaganda para equiparar stalinismo con el genocidio nazi, y a
la vez promover los movimientos nacionalistas bálticos, ultraderechistas y
fascistas, contra Rusia.
Ucrania, tal vez el ejemplo más claro, rompe una tradición de 69 años, y celebra
el 8 de mayo, para coincidir con el festejo europeo, a la vez que reemplaza la
emblemática bandera roja y la cinta naranja y negra de San Jorge, de la cual
colgaban las medallas de los héroes del Ejército Rojo, por una amapola roja tomada
de la tradición británica, y eliminando la definición soviética de “Gran Guerra
Patria”, para referirse a la Segunda Guerra Mundial.
La “Gran
Guerra Patria” tiene más peso hoy en la memoria colectiva de los países que
formaron la Unión Soviética, que la propia revolución de 1917. En cada ciudad y
pueblo, hay un fuego eterno al soldado desconocido, como el dispuesto en las
murallas del Kremlin, donde las novias ofrecen sus ramos y se toman fotos.
El “pecado
original” de la II Guerra Mundial
Ante la
primera crisis profunda del capitalismo en su fase imperialista, que eclosionó
en 1929, el capital financiero armó a los elementos más reaccionarios y
terroristas de la derecha europea e hizo un primer ensayo general en la
intervención contra la República Española, en la que Hitler y Göering
estrenaron su aviación de bombardeo contra el pueblo vasco de Guernica, símbolo
de la lucha histórica por la independencia y los derechos civiles y políticos
de los pueblos.
En 1938 la democracia liberal, léase el
capitalismo inglés y francés, encabezados por Chamberlain y Daladier, con
el claudicante pacto de Múnich entregó
Checoslovaquia a la Alemania nazi. El objetivo no declarado de esa
negociación fue “apaciguar” a Hitler y dejarle el camino expedito para atacar a
la Unión Soviética.
El 22 de junio de 1941, pese a la
existencia de un “pacto de no agresión”, bajo el nombre de Operación Barbarroja, se lanzó la invasión contra la Unión
Soviética con 4 millones de soldados, que ocuparon un frente de casi 3 mil
kilómetros, desde el Báltico hasta el mar Negro.
Durante cuatro
años, el país de los soviets soportó el
peso principal de la contienda. Los nazis demolieron 1.710 ciudades, más de 70.000
pueblos y aldeas y arrasaron 32.000 empresas industriales. Se destruyó poco
menos del 30% de la riqueza nacional y casi treinta millones de vidas humanas.
El 30 de marzo de 1941, Hitler declaró a su generalato: “Esta es una guerra de exterminio. En el este la crueldad de hoy
significa el bien en el futuro”. El
partido bolchevique perdió en combate más de la mitad de sus cuadros más
experimentados, lo que influyó en el posterior vaciamiento del poder popular,
de los soviets, y en la burocratización que terminó por tumbar a la revolución.
Los alemanes llegaron
hasta la ciudad de Stalingrado, a
orillas del río Volga, donde, en el invierno de 1942-1943, se libró la batalla
decisiva del siglo XX, en la cual 2 millones de soviéticos dejaron su vida,
derrotando al VI Ejército del general Von Paulus. Ello marcó el comienzo del fin del nazismo.
Desde
Stalingrado se inició la marcha triunfal del Ejército Rojo hacia Berlín,
liberando a su paso toda Europa del Este y los campos de exterminio de
Auschwitz, Majdanek, Buchenwald, Bergen Belsen, Sachensehausen, Ravensbruck,
entre otros, hasta hacer ondear la bandera roja en lo alto del Reichstag.
La población soviética tuvo 20 veces más
víctimas que Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos juntos; 80% de los soldados
alemanes que murieron, combatían contra el Ejército Rojo. El
Holocausto, o extermino de los judíos, cobró 7 millones de vidas, la mayoría de
ellos polacos y soviéticos.
Negar
la historia I
Un nuevo eje de falseamiento de la
historia por parte de los países capitalistas desarrollados y sus títeres en el
Báltico, consiste en negar el papel liberador del Ejército Rojo y la dimensión
del Holocausto se quieren diluir a favor de una versión que equipara los
crímenes nazis con las represiones estalinistas, igualando a quienes
combatieron al nazismo, con los que lucharon contra la Unión Soviética del lado
de los nazis, asesinando millones de judíos.
En enero el gobierno polaco no invitó a
Vladimir Putin al 70 aniversario de la liberación del campo de exterminio de
Auschwitz, y el canciller de ese país, Grzegorz Schetyna, negó el
papel soviético en la liberación del campo: “Fue el Primer Frente Ucraniano el
que liberó Auschwitz”, dijo, pero ese frente era parte del Ejército Rojo,
formado por todas las nacionalidades de la URSS.
La Rada (Parlamento) de Ucrania aprobó el
9 de abril una ley que condena tanto al comunismo como al nazismo y prohíbe los
símbolos de ambos; y otra ley “sobre el estatus legal y la honra a los
combatientes por la independencia de Ucrania en el siglo XX”, otorga categoría
de héroes a los que lucharon junto con los nazis contra la URSS. La
Organización Nacionalista Ucraniana (OUN) de Stepan Bandera y el Ejército
Insurgente Ucraniano (UPA), son reconocidos como legítimos combatientes de la
Segunda Guerra que lucharon por la independencia de Ucrania, garantizándoles
beneficios sociales y condecoraciones, y de ahora en adelante será delito
cualquier crítica a estas organizaciones.
El Centro Simón Wiesenthal, dedicado a la
investigación del Holocausto y a la persecusión de criminales de guerra
alemanes, condenó la ley en duros términos. “La prohibición del comunismo y del nazismo
coloca un signo igual entre el régimen más genocida de la historia, con el
régimen que liberó Auschwitz y ayudó a terminar el terror del Tercer Reich”,
afirmó Efraim Zuroff, el más importante “cazador de nazis” en la actualidad.
Un grupo de profesores e intelectuales de
las más importantes universidades europeas y de Estados Unidos escribió en
abril una carta al presidente ucraniano Petró Poroshenko,
publicada en el sitio web krytika.com, en la que manifestaba su
preocupación por la inclusión de la OUN y la UPA como “combatientes por la
independencia de Ucrania”, y por la ley que prohíbe la propaganda de “los
regímenes comunista y nacional socialista”, que considera un delito negar “el
carácter criminal del régimen totalitario comunista en Ucrania entre 1917 y
1991″. “La condena en su totalidad al
periodo soviético tendrá consecuencias injustas e incongruentes”, pues
podría ser acusado “cualquiera que
destaque el desarrollo de la cultura ucraniana y de su lenguaje en los años
veinte”, cuando nació la República Soviética de Ucrania y se estableció por
primera vez su idioma como obligatorio.
El profesor Dovid Katz,
editor de Defending History.com y profesor de yiddish en la Universidad de
Vilnius, Lituania, explica que esta revisión histórica se ha dado en todos
los países del Báltico.
Katz explica que la
teoría del “doble genocidio”, que equipara los crímenes nazis con los
soviéticos, “es un sinsentido”, porque
“es absurdo decir que los liberadores de Auschwitz son iguales a los que
perpetraron el genocidio allí”. “En
el este de Europa, se ha vuelto común hablar de los crímenes soviéticos como
‘genocidio’, mientras que los perpetradores locales del Holocausto son
convertidos en “luchadores por la libertad” y “héroes nacionales”, porque
fueron anti soviéticos”, agrega. “Lavarle
la cara al genocidio hitlerista está muy vinculado con racismo, antisemitismo,
homofobia y supremacía aria”, dice, al tiempo que se permiten marchas
neonazis en las capitales de Lituania y Letonia, la construcción de monumentos
y nombramiento de calles en honor a los colaboradores nazis. “¿Qué tipo de educación ética, de valores occidentales y europeos,
puede tomarse en serio en la Universidad Vytautas Magnus de Kaunas, cuando un
salón de actos tiene el nombre del primer ministro títere nazi de 1941, que
puso su firma en los documentos que enviaban a los judíos de Kaunas a un campo
de exterminio?”, pregunta el profesor.
Katz denuncia que Ucrania “ha
superado en un año lo que pasó en el este de Europa durante las últimas
décadas”, y comenta una foto en la
cual el presidente Poroshenko viste un traje militar con el nombre de Stepan
Bandera: “Podría ser una broma, si no
fuera porque Bandera fue uno de los grandes perpetradores del Holocausto. Al
convertir en fiesta nacional el día en que se fundó una organización
hitlerista, al erigir estatuas de Bandera, cuyos seguidores fueron culpables de
la carnicería de cientos de miles de judíos y polacos, Ucrania ha perdido el
derecho moral de cualquier ayuda occidental”, agrega.
Esta revisión histórica está al servicio
del curso acelerado de Ucrania hacia la OTAN y la Unión Europea,
tras las manifestaciones de la Plaza Maidán que llevaron a la caída del
presidente Víctor Yanukovich en febrero de 2014. En un país partido en dos, con
una amplia población pro-rusa, las medidas del nuevo gobierno de Kiev, como
prohibir el idioma ruso, provocaron el estallido de protestas en las regiones
orientales y el plebiscito en el cual la península de Crimea decidió
reincorporarse a la Federación Rusa. Kiev respondió con una guerra abierta
contra las regiones de Donetsk y Lugansk, que proclamaron su independencia,
causando más de 6 mil muertos en menos de un año.
Los
enfrentamientos se redujeron tras la última tregua pactada en la ciudad de
Minsk en febrero pasado, pero la violencia no ha cesado.
Sin embargo, la glorificación de los
perpetradores del Holocausto y el genocidio nazi, no han sido condenadas por la
Unión Europea y Estados Unidos. Por el contrario, a fines
de abril se iniciaron ejercicios
militares conjuntos entre Ucrania y Estados Unidos en el cual toman parte
300 soldados de la Brigada Aérea 173 con sede en Italia, que entrenarán a mil
200 soldados del ejército regular ucraniano y cerca de mil miembros de la
Guardia Nacional, entre ellos, miembros de los batallones paramilitares
financiados de manera privada que han combatido en Donetsk y Lugansk, como el batallón Azov, comandado por Andriy
Biletsky, de clara tendencia pronazi, cuyas banderas son una esvástica
modificada, y que, según un cable del 25 de marzo de Reuters, “propaga consignas de supremacía blanca y pureza racial”.
Negar la historia II
Junto a este nuevo intento de ocultamiento
y engaño, se mantiene el que la “gran prensa” concentrada impulsa hace décadas:
engañar al mundo, y en particular a las nuevas generaciones de europeos acerca que
su liberación se debe a EEUU e Inglaterra y que la Rusia de hoy es una amenaza
para la paz. Los mismos infundios de las décadas del 20
al 40 del siglo pasado.
También la historiografía burguesa intenta
minimizar el papel del País de Octubre y de la resistencia -mayoritariamente de
los partidos comunistas- en los países ocupados, como los legendarios "maquis" franceses, y los "partisanos".
Por eso, atribuyen la derrota a “errores
personales de Hitler”, al “General Invierno”, como si los soviéticos fueran
inmunes al frío; al “barro que atascaba
el movimiento de camiones, tanques y pertrechos…”, como si el armamento
socialista volara, etc. Lo concreto es que el
Ejército Rojo derrotó 607 divisiones, inutilizó 48.000 tanques, 77.000 aviones
y 1.600 navíos de combate, además de dar de baja a más de diez millones de
soldados y oficiales de los trece millones y medio con que contaba la Wermacht.
También el Ejército Rojo derrotó a las tropas niponas de Kuangtung y entregó
todo el armamento confiscado a las columnas del Partido Comunista Chino,
dirigido por Mao Tse Tung y Tchu Te, armas con las que dieron inicio a la Gran
Marcha. En cambio el conjunto de países
aliados, aparte de retrasar la provisión del material de guerra acordado y
demorar la apertura del segundo frente para que el desgaste mayor lo sufriera
la URSS, batió solo 106 divisiones nazis en África, Italia y Europa occidental.
Los hechos son
contundentes, tres de las cuatro
batallas decisivas se libraron en territorio de la URSS: Moscú, Stalingrado y
el arco de Kursk. Con las dos primeras se paró y desarticuló la
“blitzkrieg” -guerra relámpago- y se retomó la iniciativa estratégica. Con la
victoria de Kursk se expulsó a los invasores del territorio patrio y la
embestida no paró hasta Berlín.
El 9 de mayo de 1945, humeaba el bunker
hitleriano y sobre las ruinas del Reichstag flameaba la bandera roja con la hoz
y el martillo. La humanidad celebraba el inicio de una nueva era. Con la
victoria y la subsiguiente desnazificación se lograron varias décadas sin
guerras mundiales y la abrumadora mayoría de colonias y países dependientes
iniciaban el camino a su independencia política.
Como bien señala el luchador
sanjuanino Rogelio Roldán: los planes de
dominio mundial del capital financiero fracasaron en esa instancia, pero hoy
los retoma y agrava el complejo militar industrial norteamericano de la mano de
la derecha tanto republicana como demócrata, el Tea Party, el estado sionista
de Israel y la cúpula de la Unión Europea, encabezada por la banquera Frau
Merkel y pirata James Cameron. Lo hace en plena crisis civilizatoria del
sistema capitalista mundial, lo cual lo torna más agresivo y peligroso. El presidente Evo Morales en la reciente
cumbre de Panamá, con su magistral pregunta a Obama -“Señor Presidente, ¿hasta cuándo va a convertir al mundo en teatro de
guerra?”- graficó una de las tareas principales de los revolucionarios hoy:
luchar contra el imperialismo y su
política guerrerista esté donde esté. Será esta la mejor forma de honrar a
los héroes que masivamente dieron su vida para asegurar el futuro de la
humanidad.
Estimado Alberto,con referencias puntuales y buenas fuentes informativas expone Ud con claridd la distorsión que se pretende hacer en Europa acerca de la derrota del nazismo y el rol de la ex URSS.El Relato de Hollywood parece hacerse realidad
ResponderEliminarAgradezco su opinión Nando. Un abrazo.
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