Hay dos "finalistas" y habrá que definirse por uno de ellos. |
Tal vez es un tema para callar y ser políticamente “correcto”,
al menos para los compañeros y amigos que uno respeta y quiere. No irritar,
rodearse de un clima cómodo y cálido a nuestro alrededor.
El tema que me atrevo a plantear no tiene nada que ver
con la humildad, el buen humor, el respeto y el espíritu fraternal con que se
construye poder político en forma colectiva.
El
deber del militante o el dirigente político no es opinar en función de agradar
a sus oyentes o lectores, sino plantear sus convicciones,
sobre todo si se pretende ir (en este
caso seguir) transformado la realidad, sin adecuarse a ella, o conformarse con
un toque cosmético.
Confieso
que ninguno de los candidatos presidenciales que siguen en carrera por mi instrumento
unitario electoral, el FPV, es el que yo hubiera elegido para apoyar, y mucho menos para convocar a su
apoyo.
Los
dos “finalistas”, que insisto no son mi opción para esta etapa
(ni hablar de mis convicciones futuras, pero irrenunciables de una sociedad poscapitalista),
fueron
aceptados, en tanto precandidatos, por la presidente; más allá de sus
preferencias y su posterior apoyo explícito, o no, a uno de ellos, mediante
señales o silencio.
Sin
duda habrá que definirse por uno de ellos. Y sólo uno de ellos
será quien gane las PASO.
Por eso, me
preocupa el grado de “canibalismo”, para usar palabras del jefe de
Gabinete, Aníbal Fernández, que están
adquiriendo el debate interno, y de cara a la sociedad. Fue lamentable la escena en la última reunión
de Carta Abierta en la Biblioteca Nacional, y por algo Florencio Randazzo, y principalmente Ricardo Forster,
pidió disculpas a Daniel Scioli y lo invitó al a participar en sus célebres
encuentros sabatinos.
Esto vale para los agravios, pero también para la
caracterización descarnada que cada uno, y las fuerzas políticas que
integramos el frente, deberemos realizar para definir quién será el
candidato que convocaremos a votar en las primaras del 9 de agosto.
Un
viejo lobo de mar del peronismo revolucionario, que me honro en tener como
amigo, me escribía ayer: “Muchach@s,
vayan con calma reflexionen. Si se confirman las encuestas, que sólo una fuerza
arrolladora podría cambiar y que no se ve por ahora, después de las pasos
inevitablemente tendremos que hacer campaña por el señor de "capacidades
diferentes" como ahora se les llama a los discapacitados y que los mayores
siempre dijimos mancos, rengos, cojos, ciegos o sordos...”
Los
promotores de la restauración conservadora, desestabilizados
por la recuperación de la imagen de Cristina, y cada vez más convencidos que –en
la forma que sea—su conducción política será decisiva en, y durante, el próximo
período presidencial, se esperanzan
(estoy seguro que, finalmente, sin éxito) en el desubicado tono del debate, que se debe
darse frontalmente, no requiere de adjetivos, ni caracterizaciones absolutas. Sobre todo, si tenemos en cuenta
que muchos buenos y combativos
compañeros de militancia pueden pensar, y piensan, distinto de nosotros, por
convicción o argumentos tácticos.
Entre enero y febrero de 2003, un grupo
de compañeros que integramos las Juventudes Políticas Argentina (JPA) de los
años ’70 nos entrevistamos, en varias
oportunidades, con Néstor Kirchner, entonces midiendo apenas un dígito en
las encuestas. En el último encuentro hicimos público nuestro apoyo a su
candidatura presidencial.
Uno
de ellos, ausente el día de la decisión, me increpó pública y duramente en una
reunión posterior, con un rosario de antecedentes, nada auspiciosos, del hombre que luego
transformaría la Argentina, en base a una política frentista y de
confrontación con el neoconservadorismo, que el planteó claramente, y apoyamos.
Hoy, mi compañero es un importante
funcionario de nuestro gobierno, y un convencido kirchnerista.
La
experiencia indica que la historia es avara en sorpresas como, al menos para
mí, significó el grado de cumplimento y profundización de los compromisos de 2003. Ojalá haya muchas más de ese tipo, pero lo dudo. Pero en cualquier caso, el
candidato sigue siendo “el proyecto”.
Por diversas razones, motivo de otra reflexión, no hay candidatos ideales, si es que eso es posible. No podemos descartar, incluso, que uno implique más peligros que el otro, al
menos para la continuidad y profundización
de nuestro camino.
Dame una coincidencia así, y construiremos una Patria Grande juntos, Alberto.
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