viernes, 11 de noviembre de 2011

Las lecciones del Euro


La crisis del euro es la crisis del capitalismo europeo. Una crisis económica y política que pone a prueba su identidad, su fortaleza cultural. Crisis tuvieron todos los países, pero esta es una crisis continental de desenlace incierto, donde no sólo está en juego la continuidad del euro sino la existencia de la Unión Europea tal como la conocemos.


¿Qué lecciones le deja este descalabro anunciado? La primera y más importante es que cuando la renta financiera gobierna el sistema, la crisis está asegurada; sólo es cuestión de tiempo. Eso ocurre cuando especular es más rentable que producir, cuando prestar es más redituable que vender. Y empeora cuando los países consumen más de lo que debieran y se endeudan por más dinero del que podrán devolver.


Grecia, Portugal, Irlanda, Italia y España están en una encrucijada. No pueden salir del euro sino al precio de graves consecuencias, y no pueden vivir en el euro salvo en estado de ajuste continuo. Esa es la cuestión, porque el ajuste irá limando el equilibrio social. Y al final no quedará nada del Estado de Bienestar construido ladrillo a ladrillo desde 1945.



Basta con imaginar qué hubiera pasado en la Argentina si la convertibilidad hubiera durado veinte años y no diez. ¿Cuántas fábricas habría hoy? ¿Cuántos trabajadores con empleo? ¿Cuántos pobres? ¿Cuántas familias rotas? Hacia esa situación de penurias se encamina la UE, porque el euro es como el 1 a 1.


Ninguno de los países mencionados puede vivir con una moneda que es mucho más cara que sus divisas históricas, como el dracma griego o la peseta española. Una simple cuenta lo muestra: antes del euro, cada dólar ingresado por el turismo equivalía a 10 dracmas; ahora ese dólar significa apenas 0,65 euro. Lo mismo les ocurre a los otros grandes receptores de turismo como España, Italia y Portugal.


Sólo Alemania y Francia hacen negocio con el euro. Ni siquiera Gran Bretaña lo aceptó, porque nadie puede enseñarles nada a los ingleses sobre cuestiones financieras. En un debate parlamentario de hace unos años, que en estos días recordó la BBC, un ex diputado laborista preguntó: “¿Cómo harán quince países distintos para vivir con la misma moneda? Eso es como pretender que todos los europeos hablemos el mismo idioma”.


Sólo la restitución de la renta industrial en el centro del capitalismo sacará las castañas del fuego. Pero el tránsito será lento, penoso. Muchos perderán sus casas, sus empleos, se hundirán bancos, quebrarán países, se disolverán fortunas. El capitalismo seguirá concentrándose, en ese clásico movimiento inverso al big bang que sigue a cada crisis.


Cuando se hayan quemado los valores ficticios, y el fuego se apague, volverán a mandar en la economía los valores reales que conforman el PBI mundial. Como debe ser. Como siempre debió haber sido.

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