Este viernes, a raíz de la emergencia sanitaria y económica agravada por
la pandemia, el Congreso convirtió en ley un modesto gravamen que se aplicará
por única vez a 12.000 multimillonarios en dólares, en un país de 45 millones
de habitantes, de los cuales casi la mitad son pobres.
Como anticipamos, junto al desenmascaramiento de las hipócritas mentiras
del establishment hay que advertir que la aprobación legislativa no impedirá
los intentos de frenarlo, que los multiplicará mediante sus empleados políticos
y mediáticos, mientras alistan un ejército de tributaristas y abogados para
enterrarlo con la ayuda de una justicia adicta.
Entonces, cabe preguntarse si el gobierno cree que, con la búsqueda de
acuerdos superestructurales, en las cámaras legislativas o con las
corporaciones, alcanza para imponer este tipo de decisiones, mejorar la actual
relación de fuerzas y asegurar un rumbo de recuperación y transformación.
El interrogante se extiende al conjunto del movimiento nacional y
popular, donde conviven expectativas y posturas diferenciadas:
1) quienes creen que el triunfo electoral de diciembre de 2019 emparejó
la ventaja del bloque dominante, pero ante las abrumadores dificultades
heredadas y presentes es desaconsejable y hasta peligroso intentar revertirla.
No hay que reclamar, menos cuestionar, y esperar pasivamente la sabia decisión
de quienes comandan el barco, o -tal vez- confiar en que mágicamente predominen
los que consideran “buenos”, mejores, o menos malos.
2) quienes entendemos que la ventaja del poder real se mantiene e incluso
se afirma y envalentona ante cada retroceso o vacilación que logran con su
presión a un gobierno insuficientemente rodeado del reclamo y la movilización
popular.
Con el sujeto pueblo ausente de las ecuaciones oficiales, todo indica que es el primer sector el que va imponiendo su peligrosa cautela, incluso cuando avanzan decisiones valiosas, pero cuya suerte hipotecan a la mayor o menor capacidad de sus operadores políticos, al “toma y daca” en un juego de intereses ocultos para los más.
¿Hay otro camino
para impulsar un programa de medidas favorables a las grandes mayorías?
En el caso del gravamen a las grandes fortunas, como en tantos otros
temas pendientes y acuciantes, proponemos iniciar un ejercicio colectivo de
reflexión, abierto y entendemos necesario.
El debate, las negociaciones y la participación para enfrentar la
furiosa reacción del privilegio ¿podría -y debería- ser encarado de otra manera
antes, ahora y en el futuro?
Hablamos de impulsar con la fuerza organizada del pueblo otros proyectos
positivos como el que penaliza la quema de campos o las restricciones al
endeudamiento externo, ferozmente resistidos con gran prensa y difusión de
falseadas y mentiras.
Es una metodología de demolición, probada y que usaran ante cualquier
interno de una recomposición masiva de salarios, de reforma financiera o
tributaria progresiva, sin los cuales no hay financiamiento para la
recuperación ni dinamización del mercado interno para desarrollar del país.
Hablamos también, de confrontar con la poderos maquinaria corporativa
agroindustrial y financiera, mediática y judicial, que impuso su poder para
torcer el brazo al gobierno en la estratégica expropiación a los estafadores de
Vicentin, la indignante permanencia de presos políticos, o al reducir el
dramático tema de la tierra y la vivienda a un violento desalojo en Guernica.
El gobierno reduce su apuesta a los acuerdos superestructurales, a la
ilusoria buena voluntad de banqueros, “unicornios”, grandes exportadores e
industriales, cancha en la que siempre juega de visitante, con las reglas del
local y sin pueblo en las tribunas.
No cuenta ni parece interesarle la presencia de las organizaciones
populares para inclinar la balanza, al menos equilibrando fuerzas para, si de
acordar se tratara, hacerlo en mejores condiciones para la inmensa mayoría de
los argentinos, con la mira en un país inclusivo, productivo y en desarrollo.
Se repite con razón, pero con escaso o nulo eco entre importantes
figuras del actual elenco gobernante, que las crisis deben pagarlas quienes las
provocaron y se beneficiaron con ellas.
Los hay que consideran natural y “sustentable” que el pueblo vuelva a
cargar con lo principal del sacrificio, para no irritar a los dueños de poder.
Por ahora prevalecen los que apuestan a la comprensión y buena voluntad
de adversarios y enemigos, los que consideran desaconsejable inquietarlos con
un programa estratégico, y aún menos con la convocatoria al protagonismo y
organización del pueblo en defensa de sus derechos y la demanda un modelo de
país realmente inclusivo.
Hablamos, finalmente, de una práctica política movilizadora y
organizativa, una práctica que se aleje del castrador papel de espectadores
pasivos al que nos reducen adversarios y no pocos compañeros de ruta en una más
que heterogénea alianza electoral.
El Protagonismo Popular
no es una consigna decorativa y vacía
Cuando decimos protagonismo y núcleos de poder popular no enarbolamos
consignas vacías de mandato práctico, tampoco expresan un voluntarismo
descolgado del nivel de conciencia y las dramáticas necesidades de nuestro
pueblo.
Partimos de este presente, tal cual es, pero con un norte de
construcción superadora de los obstáculos que nos limitan. Desde la unidad y
diversidad del frente, pero con una firme disputa ideológica y política. Coordinando
acciones sin el sectarismo de creernos depositarios de recetas infalibles, pero
sin renunciar a dar batalla para imponer las ideas que consideramos más justas.
En temas como el gravamen a las grandes fortunas es necesario transitar
una práctica política distinta, heredera de las mejores tradiciones de los años
60 y 70, aprendiendo de sus errores, pero lejos de las caricaturas de quienes
pretenden demonizarlas para borrar de la memoria histórica ricas experiencias
organizativas, con capacidad de movilizar a cientos de miles.
Es claro que no es tarea fácil, y lo evidencian las carencias
manifestadas entre el anuncio y sanción del “aporte solitario”: una abrumadora
hegemonía publica de las minorías que lo atacaron y una casi nula participación
consciente y organizada de las estructuras políticas y sociales que serían sus
beneficiarias.
En este y otros temas vitales que enfrentamos y enfrentaremos, ¿cómo sería
esa otra práctica? ¿de qué manera facilitaría su tratamiento, aprobación e
implementación?
¿Es posible promover núcleos que ensayen caminos de construcción de
poder político alternativo al establishment? ¿Es viable desde ahí reducir los
márgenes para la vacilación y los retrocesos, haciendo pesar sus reclamos y
convicciones en la disputa de cada uno de las medidas que favorezcan, o
afecten, los intereses populares?
¿Cómo se impulsa el
Protagonismo y se construyen núcleos de Poder Popular?
Un paso ineludible es convocar a todas las organizaciones que integran y
apoyan al Frente de Todos a institucionalizarlo, a debatir un programa a corto, mediano y
largo plazo, a constituir miles de comités básicos a lo largo y ancho del país,
tejer una red que los arraigue en los territorios y barriadas, lugares de
estudio, trabajo y creación cultural, desde donde se organice y movilice
sumando los objetivos propios de cada lugar.
En ese programa como orientación estratégica, en ese comando político
para dirigir la acción y en esos comités concebidos como núcleos de poder
popular en todo el territorio y todos los sectores, está la base para la
participación consciente y el protagonismo.
Protagonismo y núcleos de poder popular no son formulaciones temerarias,
mucho menos abstractas. Es un necesario camino de construcción colectiva para
cambiar el rumbo y avanzar hacia una Patria para todos.
¿Podemos pensar este enfoque en concreto, por ejemplo, en relación al
caso en particular del “aporte solidario”? Sí, como podríamos hacerlo con cada
tema en disputa, con cada punto de un programa de recuperación y
transformación.
Desde abril, cuando se planteó por primera la posibilidad de gravar a
menos 12 mil supermillonarios locales, se inició una larga negociación
superestructural: sectorial, parlamentaria e incluso al interior de la misma
coalición de gobierno, donde también hubo quienes la frenaron e incluso
resistieron.
No se trata de subestimar negociaciones necesarias, pero subrayamos
aquello que no estuvo presente, ni siquiera insinuado: la necesidad de que
nuestras propuestas se hagan carne en cada sector potencialmente beneficiado;
de transformarlas en reclamo consciente que permita movilizar y organizar;
tanto por este objetivo concreto como por el programa del FdT, cuya ausencia
como rumbo estratégico es casi imperdonable.
En la práctica, si un 20% de lo recaudado con el gravamen a las
megafortunas se destinará a la compra o elaboración de equipo, insumos y
vacunas para el sistema sanitario, las fuerzas políticas del frente deben
coordinar su acción unificadora y organizativa entre médicos, enfermeras,
personal administrativo, entre trabajadores y empresarios del sector, y dentro
de cada entidad que los agrupa.
A la vez, el frentismo debe convocar, organizar y movilizar a
trabajadores y empresarios de las Pymes, donde se invertirá el 20% destinado a
“sostener el empleo y las remuneraciones”, y hacer lo propio entre los actores
de los ámbitos de exploración y desarrollo de la producción de gas natural, a
donde se destinará otro 25%.
El mismo enfoque militante vale para la comunidad educativa, a cuyas
becas Progresar irá un 20% de los fondos, o entre las organizaciones
territoriales y vecinales de barrios populares, donde el 15% restante servirá
para emplear y mejorar la vida de sus habitantes.
Todos deben aportar su movilización, tanto para enfrentar la resistencia
como para aprobar las partidas y luego garantizar que lleguen a cada lugar en
tiempo y forma.
Muy distinto hubiera sido el clima y desarrollo de las sesiones en
Diputados y Senadores, distinto el impacto de la campaña de terror desatada
para proteger la miserable actitud de un puñado de habitantes ante la crisis
más dramática de nuestra historia, si la escasa movilizaciones que las rodearon
hubieran sido masivas, y resultado de la acumulación de protagonismo popular
organizado.
Y aún mayor sería la capacidad de concretar cada iniciativa si ese
protagonismo fuese producto de la participación de las fuerzas que integran el
FdT, de la acción de miles de comités básicos a lo largo y ancho del país, en
cada lugar y ámbito de trabajo, estudio o creación.
Estaríamos, finalmente, haciendo valer la construcción de núcleos de
poder popular para cambiar favorablemente la relación de fuerzas en nuestra
patria. Un rumbo que despierta la ira de quienes verían peligrar sus
privilegios, pero tambièn de muchos de sus empleados en la oposición, y algunos
que en el propio FdT recelan menos de ellos, de su capacidad de daño, que de la
potencia transformadora de un pueblo protagonista.
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