martes, 23 de junio de 2020

¿Que decimos cuando decimos “nosotros”?



    Un breve post que publiqué el domingo 21/6 en Facebook provocó, además de numerosas respuestas al pie, un conjunto de mensajes privados que respondí por la misma vía en los casos que hallé fraternales disidencias totales o parciales.

    Porque creo que sirve para avanzar en el análisis político colectivo, quiero compartir tres puntualizaciones acerca del uso del “nosotros”, que varios compañeros emplean sin especificar el alcance que otorgan al pronombre, aunque siempre en oposición a un menos impreciso “ellos”.

    1) El "nosotros", en tanto refiere al necesariamente amplio frente electoral construido para derrotar al macrismo, no acompaña iniciativas como, solo a título de ejemplo, investigar el endeudamiento externo, gravar en forma regular a las grandes fortunas y patrimonios, reformar el sistema judicial y la legislación financiera, reducir la jornada laboral o contar con un sistema de medios propio. En su seno, en relación a estas propuestas, no faltan “ellos” notables.

    2) El "nosotros" en tanto núcleo dentro del FdT que sí promueve algunas, o incluso todas esas medidas, sin embargo, no comparte, como no lo compartió o no entendió entre 2003 y 2015, la necesidad de promover núcleos de poder popular en el territorio, fábricas y casas de estudio para movilizar organizadamente desde ahí en defensa de lo que se logra y de lo que se reclama.

    3) El "nosotros" de los que, a la vez, promovemos esas medidas y creemos que los procesos progresivos se definen con protagonismo popular, construyendo poder desde abajo, no somos convocados ni integramos las estructuras gubernamentales, como tampoco (salvo alguna aislada excepción) las integramos en el pasado. 

    Lo que por comodidad de lenguaje se denomina el kirchnerismo aún no ha encarado siquiera, y menos saldado, el debate acerca de por qué se perdió el gobierno en 2015.

    Creo, entonces, que es necesario precisar a qué nos referimos en cada ocasión que se dice “nosotros”.

    Si se trata de la tercera acepción, hemos dejado constancia que (con desacuerdos y aún si ser escuchados en fundadas advertencias) hemos apoyado sin vacilar el rumbo general desde que Néstor Kirchner asumió la presidencia, para después denunciar el peligro de restauración conservadora a pesar de la risita sobradora de algunos compañeros. 

    Intentamos impedir el subestimado avance del neoliberalismo macrista, no dudamos en enfrentarlo desde el inicio de su perniciosa gestión, ni en militar el triunfo del FdT, la amplísima alianza electoral que fue necesaria para derrotarlo.

    Al mismo tiempo, desde este “nosotros” somos comprensivos y responsables, pero no tibios ni obsecuentes, como sí lo fueron tantos que en el pasado entraron, salieron y ahora volvieron a entrar en puestos destacados de los últimos gobiernos de raíz popular: en las definiciones y en la acción tratamos de señalar las diferencias, alertamos acerca de lo que se hace mal, se encara tímidamente o directamente no se intenta, en el camino de imponer el bienestar general por sobre la resistencia tan activa como desestabilizadora del privilegio minoritario pero poderoso, así como la de sus carapintadas mediáticos.

    Los acuerdos superestructurales, las buenas decisiones y su correcta fundamentación inciden en la lucha política, pero no la definen, pues se trata siempre de una pulseada de intereses, donde “ellos” tienen el mayor poder. Lo que suma para definir a favor es la relación de fuerza alcanzada por el campo popular, y en ella los interese intereses de las grandes mayorías solo prevalecen cuando se asientan en la conciencia de los objetivos y la organización colectiva para lograrlos.

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