Hace
apenas quince días realice un (otro) comentario acerca de la manipulación del
tema “corrupción”,
pero creo que es necesario volver a encararlo, esta vez apelando a la memoria
colectiva, tantas veces extraviada en nuestra Argentina.
Cuando
publiqué “SECRETOS EN ROJO. Un militante
entre dos siglos”, cité en su página 261 un par de párrafos de mi apertura
de un programa de “Política en Acción”, que entonces, 30 de septiembre de 1998 (sobre el final del menemismo), conducía
por Cablevisión:
“Algunos
amigos del Frente Grande me critican haberles cuestionado su absolutización del
tema corrupción, y llaman al canal [ilustré el comentario con la lectura de algunos
mensajes] para decirnos que, por ser estructural, la lucha
contra la corrupción es una cuestión de principios. Es cierto. Y también lo es
que combatir la corrupción es parte de construir una Argentina más justa. Pero
está lejos, muy lejos, de ser la base de su logro, la principal ‘cuestión de
principios’”.
En mi
libro, cuya primera edición publiqué en 2012, añadía:
“Plantear,
como buena parte de la UCR
(menos Alfonsín, hay que rescatarlo, quien combatió abiertamente el
neoconservadurismo de Menem y el hegemónico sector continuista en la propia
Alianza) que la corrupción era “el” problema –en lugar del modelo rentístico y
de rapiña que hegemonizaba la política argentina desde 1975– era
cambiar de collar para vendernos el mismo perro: nos conduciría, como nos
condujo, al desastre; al menos para el pueblo trabajador y la clase media.
Pero esa
posición fue la que hegemonizó el proceso cuando el ultraconservador De la Rúa fue elegido como candidato
a Presidente el 29 de noviembre de 1998, y “la gran esperanza progresista” –Carlos “Chacho” Álvarez– combinaba su macartismo con la tesis de
que la militancia “dejó de existir en la Argentina ”, relegando y frustrando la vocación de
cambio de una generación entera de cuadros técnicos con vasta experiencia
militante: un acervo de personalidades y potencialidades irrepetible en un
futuro inmediato.
¿Y en qué
depositaba aquel “teórico del nuevo progresismo” las esperanzas? ¿Cómo
pretendía vincular a la dirigencia de un proceso de cambios con “la gente” cuando
pregonaba que estaba “superado” lo de decirle “pueblo” al pueblo, y “peronismo”
al peronismo (al que él mismo había pertenecido)? Nada menos que a través de
“Los medios masivos de comunicación. La
comunicación ahora es directa entre los dirigentes y la ‘gente’ mediante los
medios”, repetía.
Borracho de
figuración por el abierto empujón mediático que recibió su figura –también la
de Graciela Fernández Meijide– cuando el establishment
consideró agotada la experiencia Menem, el “Chacho” adecuó el gatopardismo y
confió en que los grandes medios concentrados por siempre llevarían su mensaje;
así, desinteresadamente, y a lo largo y ancho del país. Un visionario…”
Ahora bien: ¿por qué apelamos a reflexiones
pasadas sobre hechos que ya ocurrieron? Pues nos venden, y una parte importante de la ciudadanía, aún compra el pescado
podrido que nos vende la reacción conservadora. Pues GRAN parte de la dirigencia y una
parte de la militancia no considera necesario pensar nuestros errores y el porqué
de los fracasos del campo popular.
Aún hoy, 2017, casi veinte años después, desde un supuesto “progresismo” hay quienes
piensan, o al menos así lo declaman, que
el problema
–que problema es—de la corrupción sigue
siendo el nudo que explica el atraso argentino, y el sufrimiento del
pueblo.
Aún hoy una parte de nuestro pueblo escucha
ese fatal canto de sirena conque nos han estafado –encarcelado y
asesinado en el caso de los luchadores del campo nacional y popular—todo los impulsores
y protagonistas civiles y militares de los golpes de Estado y los gobiernos
conservadores y neoconservadores desde inicios del siglo pasado.
Aún hoy, en 2017, en el campo nacional y
popular, algunos creen que la política se define por centimetraje o minutos en
los grandes medios de comunicación.
Aún hoy, pese a la lección de la derrota en
2015, algunos creen que las alternativas nacen sólo de acuerdos electorales, que deben transitarse,
sin dudas, y no en la construcción de
poder popular, en una alternativa organizativa y programática asentada en
barriadas, centros productivos agrarios e industriales, en las casas de estudio
y a lo largo de todo el campo de la creación artística y cultural.
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