Seguimos con nuestra selección dominical de Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, de Héctor Zimmerman, Editorial Aguilar.
Al estallar la guerra del ’14 era presidente Roque Sáenz Peña, quien proclamó la neutralidad de nuestro país. Al sucederlo, dos años después, Hipólito Yrigoyen continuó con esa política y la sostuvo con mayor rigor.
Eran tiempos en que muchos miembros de la alta sociedad argentina, artistas y escritores acostumbraban a pasar largas temporadas recorriendo Europa. La guerra los sorprendió allí sin que muchos se arriesgaran a cruzar nuevamente el Atlántico.
Ante cualquier dificultad que se les presentaba con las autoridades de los bandos en pugna, esos “anclados” forzosos exhibían el pasaporte acompañado de la frase “Yo, argentino”. La expresión fue motivo de chistes y monólogos en nuestros teatros de revista. Y, pasada la guerra, quedó como declaración de prescindencia.
Cuando alguien no quiere verse en una situación capaz de comprometerlo asegura “Yo, argentino”. Un frase que confiere la mejor de las visas para el desentendimiento.
Está muy buena la comparación. Yo se, que lo he dicho muchas veces, el problema es que no se si fue por 'contagio' de haber pasado gran parte de mi niñez y juventud en Argentina, o bien se dice en Uruguay. Al mismo tiempo, es compatible con la mayoría de los seres humanos, no importan de donde vengan. Por último, y un poco conectando a lo que he dicho anteriormente, mi 'sagaz mente' lo conectó a lo que están diciendo ahora en Europa: 'Seguir el ejemplo económico de Argentina'. Pueda no tener nada en común, pero lo repiten demasido lo del ejemplo.
ResponderEliminariDios salve el capitalismo light, pero igualmente salvaje!