Comparto el link a mi página web, luego de varios meses de trabajo de un grupo de amigos, y de su reconstrucción a causa del ataque sufrido con más de 30 virus.
albertonadra@yahoo.com
Comparto el link a mi página web, luego de varios meses de trabajo de un grupo de amigos, y de su reconstrucción a causa del ataque sufrido con más de 30 virus.
Este enero se cumplen 50 años de la llegada a Chile de la Brigada Santiago Pampillón, enviada por la Federación Universitaria Argentina (FUA, La Plata) para realizar trabajos voluntarios en solidaridad con el gobierno de Salvador Allende; en ese entonces cercado por Estados Unidos y la derecha nativa.
Estas líneas, de recuerdos fragmentados, pretenden contribuir a la unión en un todo único de las memorias de aquellos brigadistas, geográfica y políticamente dispersas, e incluso segadas para siempre durante la dictadura genocida iniciada en 1976.
Sin otro dueño que los corazones de quienes fuimos protagonistas, el destino de esta nota es aportar a la reconstrucción de la historia de la solidaridad latinoamericanista, y del papel que en ella jugó el movimiento estudiantil y juvenil argentino.
Recuerdo vivamente los preparativos en febriles reuniones semiclandestinas, a fines de 1970, en las aulas de la sede Buenos Aires de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
Enfrentábamos la dictadura de la “Revolución Argentina” –entonces en la última etapa del interinato del general Roberto Levingston– y, en esas ocasiones, ajustábamos detalles para la partida del segundo contingente de la Brigada Santiago Pampillón, cuya misión principal fue la realización de trabajos voluntarios en apoyo a, y en solidaridad con, el gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular (UP).
Para realizar esta tarea, sus distintos destacamentos lograron enviar a Chile unos 800 estudiantes universitarios.
En esa época, me faltaba un largo camino que recorrer antes de ser considerado un dirigente de las Juventudes Políticas Argentinas en nombre de la “Fede”, como propios y extraños llamábamos a la Federación Juvenil Comunista (FJC).
Tenía apenas 18 años, pero experiencia en la reconstrucción del Cuerpo de Delegados y el Centro de Estudiantes del Colegio Nacional Mariano Moreno, encabezando movilizaciones de secundarios ante cambios en el sistema de exámenes y, en 1969, ante los asesinatos de los estudiantes Juan José Cabral, en Corrientes, y de Adolfo Bello y Luis Blanco, en Rosario.
En esos días terminaba mi “curso” de ingreso a la porteña facultad de Filosofía y Letras, entonces en un edificio único en la avenida Independencia, entre Urquiza y La Rioja, convertido durante ese año en uno de los bastiones de la lucha contra el restrictivo cupo de aspirantes impuesto por la dictadura.
En mi interior, consideraba que los mejores militantes y “cuadros” habían partido con el primer destacamento de la Brigada, de modo que, al ser designado coordinador del segundo contingente, que partiría en febrero, estaba convencido de que ese nombramiento respondía más a la momentánea escasez que a valores propios. Pero eso no impidió que cargara sobre mis espaldas una fuerte responsabilidad.
1970: un año vertiginoso
Todos habíamos vivido intensamente un año cargado de acontecimientos, con un vértigo que a veces nos impedía procesar lo que vivíamos, una suerte de “estado colectivo” compartido, que continuó hasta el golpe de 1976.
En ese 1970 Estados Unidos no terminaba de asimilar las derrotas que el pueblo vietnamita asestaba a las tropas invasoras. Y en Latinoamérica, a las figuras nacionalistas de los generales Omar Torrijos (en Panamá) y Velasco Alvarado (Perú), se sumaron el general Juan José Torres (Bolivia) y luego Salvador Allende.
La Argentina estaba en ebullición. Sin dejar pasar un año del “Cordobazo”, se sucedieron el “Choconazo” y el “Tucumanazo”, junto a otras luchas y puebladas, que jaquearon al dictador Juan Carlos Onganía, luego desplazado; se afirmaron con acciones de fuerte impacto diversas organizaciones armadas, entre ellas las FAL, FAP, FAR y Montoneros, y se constituyó el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
En otro plano organizacional, se conformaron, por izquierda, el Encuentro Nacional de los Argentinos (ENA) y, por centroderecha, la Hora del Pueblo, basada en un acuerdo Perón-Balbín al que se sumaron otros partidos tradicionales.
Entre la militancia universitaria, tanto la Hora del Pueblo como el ENA eran condenados por trotskistas y maoístas; pero también mirados con desconfianza por muchos jóvenes peronistas, que veían en las “formaciones especiales” la real continuidad de la Resistencia y el anticipo de una vuelta de su líder para iniciar un proceso de liberación nacional y social.
Sin embargo, fue el propio Juan Perón, quien en Actualización Doctrinaria para la toma del Poder (reportaje filmado y grabado por Octavio Getino, Gerardo Vallejo y Fernando Solanas en 1971) realizó su balance definitivo: la Hora del Pueblo era para negociar, el ENA para luchar en forma unitaria, y las “formaciones especiales” para acorralar y atemorizar al enemigo; pero en definitiva se trataba de variantes tácticas bajo su única conducción estratégica.
También, aunque pocos comprendiéramos la magnitud del retroceso, fue el año de la división de la FUA.
La Fede forzó el quiebre de la central estudiantil, consagrando su dirección en la capital bonaerense (por eso se la denominaría FUA-La Plata) en la que era mayoría absoluta, con algunos aliados de escasa inserción.
Fue el corolario de una importante seguidilla de triunfos en los centros de estudiantes en Capital –y no pocos de importancia en el interior– bajo la conducción del Movimiento de Orientación Reformista (MOR). Las listas que lo componían fueron la herramienta mediante las cuales los universitarios comunistas se recuperaron de la orfandad absoluta de puestos de dirección estudiantil en que los había dejado el masivo desprendimiento juvenil –en 1967– de lo que sería el Partido Comunista Revolucionario (PCR), expresado por el FAUDI en los claustros universitarios.
En su contraparte, la llamada FUA-Córdoba, se nuclearon otras poderosas agrupaciones de la época: la Franja Morada (Juventud Radical), el FAUDI (PCR), el MNR (Partido Socialista Popular) o la AUN (el Frente de Izquierda Popular de Jorge Abelardo Ramos).
Al margen de ambas, se ubicaban las distintas corrientes del peronismo estudiantil, que se negaban a integrar FUA (actitud que mantuvieron hasta 1973) por su pasado en la oposición a los primeros mandatos de Juan Perón, entre 1945 y 1955.
Chile bajo fuego
Así llegamos a finales de ese año trascendente, donde pocas semanas después de la asunción de Salvador Allende la situación en Chile mostraba signos preocupantes.
El entonces presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, asesorado por su secretario de Estado, Henry Kissinger, decidió evitar que el candidato de la Unidad Popular (UP) ganara las elecciones. Una vez frustrada esta voluntad, se propuso impedir que Allende se convirtiera en el primer presidente marxista que en América Latina llegaba al poder por la vía electoral. Finalmente, fracasados ambos intentos, la orden fue derrocarlo a sangre y fuego.
La desestabilización criminal del imperio (denunciada entonces, pero recién comprobada a fines del siglo XX, por documentación oficial desclasificada del Departamento de Estado norteamericano) incluía acciones de todo tipo: desde el apoyo monetario al Partido Nacional, o el sector más derechista de la Democracia Cristiana (DC), hasta la actuación encubierta de agentes de la CIA en sabotajes y atentados, como el que costó la vida del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, general René Schneider, el 25 de octubre de 1970, dos días antes de que el Congreso ratificara el triunfo de Allende.
El terrorismo contra los militares “legalistas” se multiplicaría después del golpe de Pinochet y alcanzaría al sucesor de Schneider –el General Carlos Prats, para entonces exiliado en Buenos Aires– a quien un operativo conjunto de la inteligencia chilena (DINA) y la CIA asesinó el 30 de septiembre de 1974, en el marco de la Operación Cóndor.
Junto a la confrontación con la derecha, era inocultable que se agudizaban los conflictos en el interior de la UP: entre el sector “duro”, mayoritario en el Partido Socialista, y el enfoque de Salvador Allende, minoritario dentro de la organización.
Los primeros exigían acotar la unidad a los “partidos obreros” y el afianzamiento de los vínculos con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, que no integraba la UP), mientras rechazaban alianzas con sectores que se alejaban de la Democracia Cristiana (DC). Es paradójico que, con el gradual retorno a la democracia, este sector “duro” ingresó sin mayores complejos ni exigencias a la más que tibia “Concertación”, comandada por la tradicional DC.
Los partidarios de Allende, el PC y otros sectores, apostaban a la construcción democrática del socialismo, ampliando la base de alianzas de la UP, partiendo de acuerdos relacionados al tipo y los tiempos de las medidas económico-sociales que se iban adoptando, las formas de acumulación política, o la posición ante las FF.AA.
Este complejo entramado se sintetizaba, y forzosamente se esquematizaba, con las respectivas consignas de “avanzar para consolidar” o “consolidar para avanzar”, siendo que se partía de las profundas transformaciones del programa de la Unidad Popular, aplicadas con audacia pese a la difícil correlación de fuerzas existente.
El acuerdo para formar la Brigada Pampillón
Fue en esos días en que las Juventudes Comunistas de Chile (JJ. CC., o “la J”) y la Fede acordaron el envío de brigadas de trabajo voluntario, que –ante lo delicado del cuadro– debían ser lo más amplias posibles desde el punto de vista político, con el doble objetivo de maximizar la convocatoria en la Argentina y, a la vez, asegurar una mejor recepción y repercusión en Chile.
En este estado de cosas es que nació la Brigada Santiago Pampillón.
El nombre era símbolo de la lucha antidictatorial en Argentina y homenaje al estudiante universitario y obrero metalúrgico asesinado por la policía, en septiembre de 1966, durante una masiva marcha antidictatorial convocada por la Federación Universitaria de Córdoba (FUC), en la Plaza Colón.
Luego del acuerdo entre “la J” y la Fede, la convocatoria para la formación de la brigada, que trabajó durante enero y febrero de 1971, partió de la FUA (La Plata), en acuerdo con la Federación de Estudiantes de Chile (FECH).
¿El propósito? Expresar en concreto la solidaridad internacional con los hermanos chilenos, frente a la ofensiva de la derecha y la descarada injerencia estadounidense; rechazar cualquier aventura belicista de la dictadura que gobernaba la Argentina (con dominio sobre las amplias fronteras a lo largo de todo el país vecino); y ratificar la unidad del movimiento estudiantil latinoamericano.
Este llamado es el que tuvo pleno eco con la llegada de voluntarios de otros países del continente, muchos de los cuales se integraron a la actividad de “la Pampillón”.
La convocatoria superó todas las expectativas, a tal punto que hubo que “elegir” –esto es, rechazar– muchísimas solicitudes, en primer lugar las de propios militantes y dirigentes intermedios de la Fede, pues acudieron estudiantes de todas las identidades políticas populares, incluidos compañeros que ya eran o serían miembros de algunas organizaciones armadas, peronistas y marxistas.
Los contingentes
El primer contingente fue el más numeroso –unos 300 jóvenes– y logró un fuerte impacto a su llegada, en una experiencia de inmensa riqueza, de la que hoy quedan recuerdos profundos y anécdotas imborrables, aunque la historia escrita de aquellos años la ignora casi por completo: solo los archivos de los diarios de la época dan cuenta de ella y de la la furiosa campaña que desató la prensa derechista en ambos países.
Aquellos brigadistas construyeron salas de salud y plazas en los barrios pobres de Santiago; refaccionaron escuelas, brindaron atención médica, censaron y realizaron encuestas a la población, e hicieron muchísimos otros aportes que todavía quedan por relatar. Una asignatura pendiente en la reconstrucción de la memoria histórica para todos los que participamos.
Todo lo que lo que aportaron –y todo lo que contarían a su regreso a las distintas provincias argentinas– era y es un tesoro para nuestros pueblos. A la vez, resultaba inaceptable para los gorilas (“momios” en Chile) de ambos lados de la cordillera, por su mensaje de colaboración y difusión de los logros y las luchas del pueblo chileno, así como de la solidaridad argentina.
La dirección (principalmente de la Fede y JJCC) se emplazó como base en la Escuela Japón, en la comuna popular San Miguel, que se transformó en dormitorio y zona de planificación permanente, desde donde partían los brigadistas.
En el caso del contingente que me tocó coordinar se dividió en cinco “mini brigadas”, siempre por decisión consensuada con la UP. Integré la que estaba dirigida por “Lucho”, un socialista chileno más cercano al MIR que a su propio partido, con quien mantuve discusiones interminables –y las más de las veces ríspidas–, en triste equilibrio entre lo trascendente y lo insignificante.
Cuando ya nos habíamos preparado para partir, “Luba”, el inolvidable encargado de cuidar la seguridad de la Brigada por parte de la “J”, nos informó de una drástica decisión: ningún extranjero viajaría a los destinos del extremo sur del país –donde, en un principio, se había previsto que fuéramos–, pues el MIR había iniciado una campaña unilateral de “toma de fundos” (tierras), que produjo una escalada de enfrentamientos armados.
Con el cambio de destinos, a nuestro grupo le tocó una zona de Gualleco, un pequeño pueblito en la Región de Maule. Me acompañaban chilenos de la UP (MAPU, Izquierda Cristiana, entre otros), dos bolivianos del Ejército de Liberación Nacional (ELN), dos socialistas argentinos y quien se convirtiera en una inolvidable amiga, María Ángela Elena Gassmann, Mimí, médica, peronista y luego “Mara”, oficial montonera secuestrada en mayo de 1978.
Formábamos un verdadero arcoíris de matices políticos e ideológicos, y conocí formidables seres humanos: chicas y chicos de diferentes procedencias geográficas, pero con una profunda convicción, y la decisión de aportar al “camino chileno al socialismo”.
La tarea no fue sencilla. Apenas llegados al pueblo nos encontramos, azorados, con gente encerrada en sus casas, con los animales de granja ocultos, pues el Partido Nacional –y la derecha de la DC– había sembrado el terror entre los pobladores, a los que convencieron de que veníamos a “socializar tierra y propiedades”, incluidos los animales. Me imagino que alguno hasta habrá dado por hecho, como se propagandizaba burdamente en aquellos años, que también a la mujer y los hijos serían “propiedad de todos” …
Lentamente –y, por cierto, luego de acordar con una centroizquierdista “puntera” de la DC–, hicimos base en una escuela en receso veraniego, con nuestras mochilas y bolsas de dormir. Desde allí pudimos encarar nuestro trabajo, que consistía fundamentalmente en el censo de alfabetización.
Pese a las rispideces iniciales, terminamos logrando un acto-presentación con los pobladores, y hasta un desafío futbolístico –anunciado pomposamente como “Chile vs. El Resto del Mundo”– donde nos dieron una paliza inapelable: 13 a 7.
Sobre el fin de las tareas, recuerdo que el socialista nos envió a varios argentinos a censar una localidad perdida en los cerros, situada a un día de viaje a caballo. La experiencia fue irrepetible: compartimos con los lugareños la “trilla a yegua suelta”, con los métodos de fines del siglo XIX, y –pese a la desconfianza inicial– siguió el más increíble afecto de los productores y campesinos.
Pero el envío a esta localidad encubría, en realidad, otra intención, que se reveló cuando regresamos a la base: nos encontramos con “la J” a cargo del lugar, y el resto del grupo ya en viaje de vuelta a Santiago, pues el socialista –junto con los del ELN y miembros del MIR de la zona– había marchado a tomar fundos, armas en mano, en una maniobra que desvirtuaba el trabajo realizado, y golpeaba la imagen del Gobierno Popular en general; una maniobra que destruyó los lazos de confianza que habíamos comenzado a construir con quienes nos habían recibido con tanto temor.
Por la vuelta
Apenas unas horas después del regreso –sin todavía poder enderezar completamente las piernas a consecuencia de las horas de cabalgata– emprendimos el viaje a Santiago.
Luego permanecí unos días sin actividad alguna, sin idea del por qué, hasta que me revelaron el motivo: la “J” tenía información confiable de que figuraba en un listado de brigadistas a los que la dictadura argentina esperaba para apresar en la frontera, irritados por mis declaraciones a diarios y programas radiales chilenos, y el publicitado final de la experiencia en Gualleco.
Tanto la llegada como la salida de Chile estuvieron plagadas de obstáculos. Muchos compañeros fueron demorados y aún encarcelados en los pasos fronterizos, como -recuerdo entre otros- los estudiantes Elbio Blanco (Derecho de la UBA) y Miguel Ángel “Coco” Miró (Arquitectura UNC), quien había sido condenado por los tribunales militares durante el Cordobazo. Ambos fueron procesados por la “ley” 17 401, de Represión del Comunismo.
El clima en nuestro país era de un fuerte anticomunismo y antiperonismo, de agresividad e intimidación general, y en todos los puestos de Gendarmería, tapizados con aquel cartel de “Denúncielos” que tenía las fotos de los montoneros que habían participado en el “operativo Aramburu”.
Finalmente, la “J” me indicó un intrincado itinerario de reingreso a la Argentina y posterior llegada a Buenos Aires.
En el largo camino de vuelta, lejos estaba de imaginar que a los entrañables pueblo y territorio chilenos –con los que me había encontrado por primera vez para la asunción de Salvador Allende, en noviembre de 1970– se enlazarían por siempre con mi propia historia.
No solo por la Brigada Santiago Pampillón, sino por haber formado parte, luego, del equipo de inteligencia e información parcialmente instalado en Córdoba 652, 11 E, Buenos Aires, cuya cabeza periodística visible fue Isidoro Gilbert.
El equipo organizó, durante el largo cerco dictatorial –con gran riesgo, pero aún mayor imaginación– el armado y mantenimiento de las fuentes y la logística para la recepción, y posterior envío al exterior, de las principales denuncias de lo que sucedía en Chile (además de Uruguay, Paraguay y, en menor medida, Bolivia y Brasil), base de lo que luego permitió desentrañar el mapa e itinerario de la siniestra Operación Cóndor.
Pero esa es otra historia…
El
próximo 29 de diciembre, el Senado tiene la responsabilidad de aprobar la Ley
de Interrupción Voluntaria del Embarazo, ya con media sanción en Diputados, y comenzar
a solucionar el grave problema de salud pública que supone la criminalización y
el encarcelamiento de quienes abortan. La aprobación de la ley también
contribuiría a garantizar la gratuidad de los procedimientos de interrupción
del embarazo y, de ese modo, una mayor seguridad para las miles que hoy mueren
o sufren severos daños en los procedimientos clandestinos.
El
proyecto de ley ha dado lugar a un debate que está presente en numerosas
instancias (pública, privada, parlamentaria) y desde diferentes enfoques, que en
algunos casos reflejan posiciones claramente medievales, incluidas las de
algunos miembros de la cúpula eclesiástica.
En
este sentido, se destaca el pensamiento del arzobispo “emérito” de La Plata,
Héctor Aguer, al condenar tanto la Educación Sexual Integral (ESI) como la
“cultura fornicaria” que impera en nuestra sociedad, rigor que no ejerció ni
ejerce sobre los casos de los sacerdotes que abusan de niños.
Lo
extremo de la posición de Aguer queda resaltado con los datos de la Segunda
Encuesta Nacional de Creencias y Actitudes Religiosas de la Argentina, del
Conicet, de acuerdo con la cual la mayoría de quienes se consideran católicos
está de acuerdo con la interrupción del embarazo en algunas circunstancias
(57,7%) o en todas (23,3%).
Aguer
se arroga la suma del saber filosófico en una violenta crítica al presidente Alberto
Fernández por su referencia a los cambios que, a lo largo del tiempo, tuvo la
iglesia en relación al aborto (El Dia de La Plata, 21/12/2020). Le molesta
que -afirma- Fernández muestre “su hilacha neoperonoide”, pero él apenas nos
ofrece la fe y el dogma de la escolástica medioeval.
Entre la
Biblia y la Ciencia
Pese a
que monseñor lo niega –como niega “el mito de los 30.0000 desaparecidos” por la
dictadura genocida– las posiciones de la Iglesia distan mucho de ser pacíficas
y, de hecho, las actuales difieren en mucho de las que existían en los inicios
de la cristiandad.
En el
caso del aborto, las posturas han involucionado. En otras cuestiones, hubo una
adaptación a los tiempos y al avance de la ciencia. Si mencionamos la creación
de la tierra en siete días, su ubicación como centro del universo, a Eva y la
manzana, a Noé y el Arca, o la inexistencia del alma en los esclavos o los
pueblos originarios, nos encontramos ante temas en los que la Iglesia lentamente
viró de la tortura y la hoguera para los herejes a dejar de requerir la
Inquisición y explicar que, en realidad, la Biblia describe con “poéticas
metáforas” lo mismo que la ciencia aborda con otros términos.
Tampoco
es pacifica la dimensión política del cristianismo, que nace como religión de
los oprimidos, de los esclavos y los libertos de Roma, pasa a ser fundamento teológico
del esclavismo, el feudalismo y el capitalismo y más tarde encara valientes,
pero todavía limitados, intentos de regreso a sus orígenes de la mano de la Opción
Preferencial por los Pobres, las Comunidades de Base o los sacerdotes que
impulsaron la Teología de la Liberación.
La
tradición eclesiástica, así como las Escrituras, es reinterpretada por cada
generación para imponer sus propias opiniones morales, pero también para defender
sus intereses políticos y económicos, como la prohibición del sacerdocio a las
mujeres, hijas de María, “Madre de Dios y de la Iglesia” (aunque, en sus comienzos,
las tuvo como las primeras en ejercerlo) o el celibato, un mandato que jamás
ejerció San Pedro –felizmente casado– y que poco tiene que ver con la pureza y
la consagración exclusiva al Reino de los Cielos.
El
celibato recién se instauró en el siglo XI, pero no para favorecer una
dedicación plena “a las cosas del Señor”, sino para 1) evitar el riesgo de
fragmentación permanente que sufrían los incipientes estados nacionales de
Europa; 2) garantizar la permanencia de las propiedades en manos de la iglesia,
que ya no debía disputarlas con las viudas o los hijos de los sacerdotes.
San
Agustín y el alma del embrión
Aguer clama
por ejemplos y citas que avalen la afirmación de Fernández, quien sostuvo que,
para Aristóteles y Aquino, el feto solo se convertía en persona con la
animación, ya avanzada la gestación. “No
cita ningún texto en apoyo de su tesis” desafía, para preguntarse con
irónica soberbia: “¿Qué texto habrá
consultado?”.
Para ayudarlo
a disipar su interrogante, y de paso responder a su temeraria afirmación de que
“La enseñanza de la Iglesia ha sido
invariable desde el siglo I”, comenzamos por recordar que las menciones al
tema en el Antiguo y el Nuevo Testamento distan de ser claras.
Luego,
precisamente durante el aludido primer siglo de la cristiandad, la iglesia
católica comenzó a discutir acerca de si el feto tenía alma
desde el momento de la concepción o llegaba a convertirse en un ser humano en
el transcurso de su desarrollo. En este debate, no dudó en condenar el aborto,
pero no por considerarlo un homicidio, sino porque solía usarse para ocultar “pecados
sexuales”, como el adulterio y la fornicación.
Ya en
el siglo III, hace más de 1.700 años, el Concilio de Elvira sancionaba al
aborto si era realizado con motivo de un adulterio, pero dejaba sin castigo al
aborto realizado dentro del matrimonio. Claro, la herencia estaba garantizada,
mientras el goce y el placer del hombre no merecían condena alguna.
Por
esos mismos años, San Agustín (354-430 de nuestra era), el máximo
pensador del primer milenio del cristianismo, consideraba que el embrión no
tenía alma hasta el día 45 después de la concepción. Por eso, distinguía entre
el aborto realizado sobre un feto animado (que equiparaba al homicidio) y el aborto
practicado sobre un "informe" sin alma humana, al que también
repudiaba, pero consideraba merecedor de una pena menor.
En
palabras del propio San Agustín: “La pregunta sobre el alma no se decide
apresuradamente con juicios no discutidos ni opiniones temerarias; según la
ley, el acto del aborto no se considera homicidio porque aún no se puede decir
que haya un alma viva en un cuerpo que carece de sensación ya que todavía no se
ha formado la carne y no está dotada de sentidos”.
Tomas
de Aquino y el Juicio Final
Casi
un milenio más tarde, Santo Tomás De Aquino (1225-1274), otro
de los teólogos más importantes del cristianismo – y a quien, Aguer nos informa,
“estudio desde mi adolescencia”–,
consideraba al aborto como un pecado, pero contra el matrimonio. A la vez, en Suma
teológica, era enfático sobre la cuestión de que "el alma no es infundida antes de la
formación del cuerpo". Para él, el alma humana llegaba junto con la
forma humana, por lo que un embrión no tenía alma hasta después de varias
semanas de embarazo, cuando el feto comenzaba a adquirir la forma humana, y se percibía
su movimiento.
Para esclarecer
a los nuevos cruzados por el alma de los embriones, cabe rescatar un comentario
de Umberto Eco (El comienzo de la vida, para La Nación, 30/03/2005),
acerca de que Tomás de Aquino ofrecía una visión muy biológica de la formación
del feto, según la cual Dios introducía el alma al cuerpo gradualmente. Así, el
feto primero adquiría, primero, el alma vegetativa y, a continuación, el alma
sensitiva y solo entonces, en un cuerpo ya formado, se creaba el alma
racional (Suma teológica, I, 90). El embrión solo tenía alma
sensitiva (Suma teológica, I, 72, 3 y I, 118, 2).
En la Suma
contra los gentiles (II, 89) Aquino describe a la generación como un
proceso gradual, “a causa de las formas intermedias de las que el feto está
dotado desde el principio hasta su forma final”.
Por
eso, en el Suplemento a la Suma teológica (80, 4), se lee esta
afirmación que hoy suena revolucionaria, a juicio del filósofo y semiólogo
italiano: “Tras el Juicio Universal, cuando los cuerpos de los muertos
resuciten para que nuestra carne participe de la gloria celestial (momento en
que ya, también según San Agustín, volverán a vivir en la plenitud de una
belleza y una integridad adulta no solo los que nacieron muertos sino también,
en forma humanamente perfecta, los engendros de la naturaleza, los mutilados,
los concebidos sin brazos o sin ojos), pues bien, en esa ‘resurrección de la carne’ no participarán los
embriones, al no habérseles infundido todavía el alma racional y, por lo tanto,
no ser ‘seres humanos’”.
La
posición actual de la iglesia en torno al aborto comenzó a surgir en 1588, cuando
el 228vo Papa, Sixto V, preocupado
por la prostitución en Roma, consideró que, si se aplicaban penas
severas y rígidas para el aborto disminuiría la incidencia de este pecado
sexual y publicó la bula Effraenatum, según la cual el aborto y
la anticoncepción eran homicidios en cualquier período del embarazo –
independientemente de la animación– y, por lo tanto, también eran tanto pecados
mortales como crímenes civiles.
Como
en general no se lograron los objetivos esperados, a fines del siglo XVII, el
Pontífice Gregorio XIV adoptó nuevamente el criterio de la
animación y el alma. Sin embargo, en 1869, el Papa Pío IX, volvió a
suprimir la distinción entre el aborto en la primera fase del desarrollo del
embrión y el realizado después y promulgó la excomunión automática para toda
mujer que abortara voluntariamente, que es el criterio que se extiende hasta
nuestros días.
La
moral es histórico-concreta y las políticas públicas no se definen desde la
metafísica
La
arrogancia de Aguer llega al punto de pretender conocer cuál sería hoy la
posición de Aquino: con los conocimientos científicos actuales, dice con
seguridad, “Tomas hubiera renunciado a la teoría de una animación retardada”.
Lo
cierto es que Aquino sí sostenía la teoría de la animación retardada y nunca
renunció a ella, pero, aparentemente, para el arzobispo, la filosofía es sierva
de la teología y la salud pública, de la metafísica.
Aguer
considera que el origen de la moral se sitúa fuera de la historia, que deriva
de Dios y es inmutable, lo cual es absolutamente respetable como creencia, pero
tambièn refutable. Si consideramos que los principios y las normas morales
surgen de una potencia suprahumana, los estamos situando por fuera del hombre
real, que es un ser histórico. De esta manera, es fácil caer en el contrabando
ideológico que disfraza de verdades morales universales lo que son intereses
particulares de clase.
La
moral es un aspecto de la realidad humana y, como tal, un fenómeno histórico
que muta con el paso del tiempo. Por lo tanto, no es lógico concebir a la
ética, en tanto ciencia de la moral, como algo dado de una vez y para siempre.
El filósofo
estadounidense James Rachels, autor de Introducción a la filosofía
moral, expresa un argumento similar en los siguientes términos: “lo
correcto y lo incorrecto no deben definirse en términos de la voluntad de Dios;
la moral es cuestión de razón y de conciencia, no de fe religiosa y, en todo
caso, las consideraciones religiosas no dan soluciones definitivas a los
problemas morales específicos que confrontamos".
La
pretensión de Aguer de imponer su noción de moral como un sistema normativo
único, valido para todos los tiempos y todos los hombres, ni siquiera pudo concretarla
la iglesia a través de su historia, y en la actualidad es especialmente grave pretender
que las políticas públicas impongan dogmas religiosos.
El ala
más reaccionaria de la Iglesia, a la que pertenece Aguer, ha buscado imponer
estas consideraciones frente a la sanción de leyes como las de divorcio y matrimonio
igualitario y ahora también en relación con el aborto legal, seguro, y gratuito,
incluso pese a que estas leyes reconocen derechos, pero no obligan a adoptar
conductas concretas (ni a divorciarse, ni a casarse con alguien del mismo sexo
ni a abortar).
En
este sentido, para evitar que el Senado transforme en ley el texto aprobado por
Diputados, estos sectores despliegan un virulento lobby que incluye visitas a
los despachos de los senadores que tienen que votar, mientras grupos
ultraconservadores difunden sus números de teléfonos y promueven cadenas de Twitter
para intimidar a sus familias.
No se
defiende la vida meramente proclamando esta defensa mientras, a la vez, se
afectan el presupuesto y la calidad de la salud pública e hipócritamente se
avalan la muerte y las lesiones permanentes producidas por los abortos
clandestinos.
Se cumplen cinco años de la segunda reedición de mi libro "Secretos en Rojo. Un militante entre dos siglos", y mientras se anuncia su publicación en formato digital comparto estas reflexiones inéditas en este blog de mujeres y hombres que valoro y respeto, y algunos que he perdido en estos tiempos ingratos. Se unen a otros ya compartidos con todos: Elsa Osorio, Cristina Civale, Víctor García Costa, Hugo Barcia, Liria Evangelista, entre otros tantos que me honraron con sus opiniones.
Querido amigo:
Lamento no poder acompañarte en la nueva presentación de tu
libro “Secretos en Rojo” como hubiera sido mi deseo.
Aprovecho estas líneas entonces para manifestarte que tu
obra merece ocupar un espacio relevante en la biblioteca de quienes militamos
en el campo popular. Ello es así no solo porque ilustra acerca de hechos y
personajes, muchas veces poco conocidos en la memoria histórica sino,
fundamentalmente, por tu aporte a una lectura de los hechos donde las a
lecciones del pasado, con sus contradicciones, si son dialécticamente
analizadas, constituyen siempre un aporte invalorable a la hora de construir el
futuro.
En esa tarea, como ayer y ahora, estaremos hombro a hombro
contigo.
Solo me resta felicitarte por tu valioso esfuerzo militante
y desearte éxito en esta nueva edición de tu obra. Te mando un fuerte abrazo,
Mercedes Marco del Pont. Economista y docente. Directora de FIDE. Ex presidenta del Banco Nación y del BCRA.
Memoria
no es recuerdo
Tener memoria no es tener recuerdos. Mientras los recuerdos son legajos muertos de una historia pasada, la memoria es la recopilación ordenada y selectiva de una experiencia histórica que nos constituye como sujetos históricos y como clase social. “Tenemos” recuerdos, pero “somos” memoria”.
El raro ejercicio de volcar en papel la memoria de los
derrotados implica el doble esfuerzo de evitar le tentación de “matar” esa
memoria para convertirla en recuerdo y el aún más peligroso intento de
suplantar el contexto por el texto que nos entrega un relato, pero sepulta todo
sentido y significado.
El trabajo de Alberto Nadra no es un libro, es un
testimonio de aquello que fue con el objetivo de que siga siendo, en una línea
de ruptura, no de continuidad. No es una resucitación del pasado para fines
culturales, sino una convocatoria urgente para encontrar en el pasado
respuestas a las necesidades del presente. Porque las respuestas de lo que
seremos se encuentran en los interrogantes de lo que fuimos ya que la memoria
de que pudimos ser libres amenaza de muerte toda estrategia de dominación.
Si carecemos de esa urgencia no habrá memoria sino cultura,
ese horrible instrumento mediante el cual las clases dominantes de todo el
mundo y de todos los tiempos nos enseñan que la verdad es resultado de la
inteligencia y no de la acción, de la contemplación y no del deseo.
Norberto
Emmerich, Doctor en Ciencia Política. Investigador
invitado por el Conacyt (México) en el Posgrado en Estudios Sociales de la
Universidad Autónoma Metropolitana (UNAM). Presidente Ciudadanos Del Mundo.
Hay
gente, años y vida aquí…
En este libro volví a encontrar una literatura vivencial –política, en el mejor sentido- que hace tiempo que no se produce en el mundo (o al menos, de la que no dan cuenta las revistas y suplementos dominicales que hoy se editan). Si tuviera que ubicar el volumen de Secretos en Rojo en una biblioteca, sin duda estaría junto a Gente, Años, Vida, del recordado Ilya Ehrenbug. Se trata de libros abiertos, escritos desde una experiencia que nunca fue individual ni solitaria; libros en los que aparecen muchas voces; memorias que resultan inagotables porque cada momento de la Historia que reflejan puede volver a ser leído, iluminado, enriquecido por la mirada de otro lector, de otro compañero, de otro camarada. Alberto nos propone desde estas páginas que nos sentemos a hablar de ciertos temas que todavía tienen que ser hablados. Porque hay gente, años y vida aquí. Y porque el último lector -o lectora- para quien se ha escrito este libro, todavía no ha nacido.
Una mirada valiosa
La lectura de este material me movilizó mucho desde el costado afectivo. Me remitió a mi inicio en las lides militantes; a los vínculos personales y hasta a mi comienzo en el teatro.
Claro,
sin dejar de lado el análisis del devenir del Partido Comunista en ese período
histórico que, en lo personal y como sugiere este libro, merece un debate
amplio y riguroso.
Sin
duda, se trata de una mirada valiosa, que permite también reflexionar sobre
nosotros mismos.
Raúl
Rizzo, actor. Martin Fierro
mejor actor, 2000
La refundación de las Juventudes Políticas en la dictadura
Me impactaron las revelaciones
de Secretos en Rojo. No dudo que
quedaron “en el tintero” algunos, por los que espero. Compartí con Alberto la
lucha clandestina para la refundación y consolidación de las Juventudes Políticas Argentinas durante
la dictadura de Videla y quisiera aportar un pequeño relato sobre una faceta de
su personalidad. Las actividades políticas estaban “suspendidas” y las
reuniones había que hacerlas en los bares. Era común en ese clima represivo,
bajo el estado de sitio, que la policía detectara cualquier reunión de jóvenes
y se acercara para someterlos a interrogatorio. Para sortear la situación había
que coordinar previamente las respuestas. Estábamos con Alberto debatiendo
amablemente cuestiones organizativas de las Juventudes Políticas cuando fuimos
interrumpidos por dos uniformados que nos pidieron documentos y nos preguntaron
de donde nos conocíamos. Nuestros DNI estaban en regla y Alberto rápidamente
contestó “del colegio, con Adrián fuimos compañeros de colegio”, obviamente no
era cierto, los policías se fueron y continuamos nuestra reunión. A veces en la
militancia caminábamos por el filo de la navaja y Alberto demostró todo su
temple ese día.
Adrián Camps, socialista,
diputado de la Ciudad MC 2009 -2013 en
la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires
Sumar a la historia social
La historia social de la
liberación de los pueblos no son senderos lineales. Se van construyendo, muchas
veces, con las mismas piedras que lanzaron los enemigos de la liberación; los
monopolizadores de los poderes fácticos. Alberto Nadra nos convoca al
entrecruzamiento de la trayectoria biográfica y la Historia Social. Tanto él
como nosotros --sus lectores-- hemos sido testigos y participes de grandes o
diminutas porciones de esa biografía emancipadora, asentada en el cono sur del
continente americano. Sin embargo, todo el aliento del libro nos traslada al
debate, aun necesario, de qué hacer, con quién y cuándo.
Frente a estas preguntas se
puede caer en la tentación "liberal" de competir por quien estuvo más
cerca de liderar epopeyas revolucionarias. Se puede caer, también, en la puja
de legitimidades revolucionarias o en los debates sinsentido acerca de quién
fue más valiente o quien tenía la "línea" más acertada. Sin embargo,
Nadra nos convoca --en base a sus experiencias previas-- a entender los
procesos históricos en clave de "oleadas convergentes", en donde cada
actor colectivo permite sumar para el horizonte común emancipatorio. Secretos en rojo transita por los mismos
caminos que Agustín Tosco. Supone a cada organización como parte de un flujo
confluyente de horizonte común revolucionario: no compite por la legitimidad
única, no se rasga las vestiduras ni se arroga la sapiencia trascendental. Solo
muestra los aportes de una biografía que todo Proyecto futuro debe recuperar.
No se trata de hacer
"tabla rasa" de lo que sucedió. Y menos aun cuando apenas se conocen
los aportes de seres casi anónimos que contribuyeron a las oleadas setentistas.
No se trata de borrar de un plumazo las heroicidades por más pequeñas que
sean. Se trata, sobre todo, de sumar a la Historia Social, las biografías que
intentaron ser barridas del mapa, pero que todavía laten, con presencia
iluminadora, al costado izquierdo de nuestra memoria. Juntas, confluyentes y
--sobre todo-- impulsoras de todo lo que falta.
Jorge Elbaum,
Sociólogo, docente.
Libro de consulta obligada
Alberto
Nadra ya no milita en el PC, pero el ideario comunista está en su ADN y en este
espacio y tiempo, lanza el guante revelando historias que nos ponen frente a un
entramado político-partidario que sigue despertando interrogantes y polémicas
no resueltas dentro y fuera de la más grande organización política que tuvo la
izquierda argentina. Lo leí “de un tirón” y no dudo que, Secretos en Rojo, será un libro de consulta obligada cuando se
escriba la historia del comunismo y los comunistas argentinos, historia
indispensable para entender la política en la Argentina del siglo XX, y para lo
cual será fundamental, si realmente queremos conocerla a fondo, desterrar
simplismos y prejuicios. Concretamente, el pensamiento único.
Enrique
Llopis, cantautor. Invierno,
2014
Cinco ejes para interpretar una obra clave
Secretos en Rojo nos
lleva, inmediatamente y como primera reflexión, a recordar aquella frase de
Antonio Gramsci respecto de que "... Del modo de escribir la historia de un partido deriva el concepto que
se tiene de lo que un partido es y debe ser. El sectario se exaltará frente a
los pequeños actos internos que tendrán para él un significado esotérico y lo
llenarán de místico entusiasmo. El historiador, aun dando a cada cosa la
importancia que tiene en el cuadro general, pondrá el acento sobre todo en la
eficiencia real del partido, en su fuerza determinante, positiva y negativa, en
haber contribuido a crear un acontecimiento y también en haber impedido que
otros se produjesen”.
En
tal sentido, entendemos que Secretos
en Rojo nos permite interpretarlo en,
por lo menos, 5 aspectos clave:
Primero, como un aporte
para la reconstrucción de la historia del movimiento popular desde la
perspectiva de uno de sus protagonistas (que representa, a la vez, la voz de
muchos otros). En ese punto, la historia no se refiere a datos meramente
anecdóticos del pasado sino a una herramienta para conocer el presente que
pretendemos transformar desde un determinado posicionamiento político.
Segundo, como un trabajo que
viene a cubrir las ausencias historiográficas sobre el Partido Comunista,
una de las culturas fundamentales de la política argentina contemporánea. En
este punto, asume y explicita ausencias temáticas abordadas por la
historiografía militante y la historiografía académica.
Tercero, como un aporte para
superar de lado la reconstrucción artesanal de la historia que tantos
militantes y ex militantes tuvimos que protagonizar para tratar de encontrar
respuestas sobre el pasado que pervivía en el presente de la cultura comunista
y del movimiento popular.
Cuarto, como una
obra en construcción que, por consiguiente, supone proyectos de trabajo
futuro sobre variados ejes de investigación, entre otros: El PC como
Organización Político Militar; –La guerrilla chaqueña en los años 30; –La
relación entre el PC y la guerrilla del Che; –Las tareas de inteligencia contra
el Plan Cóndor (Córdoba 651 11E); –La solidaridad internacionalista de los
militantes comunistas.
Quinto, como lugar de
memoria, en el que se reconstruye los verdaderos sujetos de la política:
los hombres y mujeres que dan carnadura a la militancia, como un espacio de
transmisión de la memoria de los que pelearon para que los oprimidos se
liberen. Y esto nos parece fundamental ya que, el legado del pasado es un
espacio de disputa que “está en peligro” de ser olvidado o desconocido,
porque, como bien nos aclaraba Walter Benjamin "Sólo aquel historiador que esté firmemente convencido de que hasta los
muertos no estarán a salvo si el enemigo gana, tendrán el don de alimentar la
chispa de esperanza en el pueblo”.
Pablo Leoncini,
docente e historiador. Córdoba, junio 2014.
La política en los genes
Conocer a don Fernando Nadra,
aun en escenarios de duros reclamos por parte de mi jefe, Raúl Alfonsín, fue
una clase de excelencia, con todos los masters posibles, sobre la amistad
verdadera.
Desde luego, desde mi lado, el
catedrático era Raúl Alfonsín y su amigo a pesar de todos los vientos, don
Fernando. Esa amistad resistió todos los embates, soportó las discusiones, donde
aun gritando, se escuchaban discusiones que sumaban, aunque circunstancialmente
alejaran. Porque nunca faltó lealtad, hablar de frente (el dialogo, no la violencia).
Luego, los dos en el llano, Fernando partió, tras muchas amarguras y
seguramente renuncios de gente muy cercana a él, casi imperdonables. Pero es
algo que les pasa a todos los que participan y lideran.
Allí estaba su amigo Raúl que
tomó la posta del otro Nadra, el que siguió: su hijo Alberto, también con su
militancia, su familia y su amistad imperecedera con el ex presidente radical. Hubo
tiempos duros, cuándo no, de idas y venidas, pero las normales de la lección
largamente aprendida, seguro que, por parte de los dos, pese a la diferencia
generacional, ya que la humildad de Alfonsín no le impedían confesar que seguía
aprendiendo, hasta el final. Las tenidas eran enriquecedoras, de gran respeto. Finalmente
se fueron espaciando, porque Raúl preparaba su "campaña" final, larga,
sin retorno físico. Seguimos recordando a los hacedores de nuestra política, que
sufrieron el facto, que reclamaron a viva voz, con todos los riesgos, que
escucharon sin dudas el reproche de ausencias de sus familias, con todo y
errores, nos seguimos sintiendo cada día más ajenos, como decía mi madre cuando
se sentía incómoda: "no sabemos dónde ponernos" frente a una realidad que muchas veces nos
sorprende mal, la mayoría de las veces, en la política mundial, ni hablar de la
próxima. Seguramente Alberto la debe entender, casi diría, por genética. Su
libro es la prueba fehaciente. Yo no, porque solo conocí la del ex presidente. Y
no hubo ninguna más que usara ese tipo de palabra: "de códigos" como
se dice ahora, como si se hablara de los números de ingreso a una caja fuerte
donde están las reglas mínimas de solidaridad, algún secreto que subraye que la
política es para servir, no para servirse…en fin...con excepciones….que son las
que nos salvan.
Margarita Ronco, Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Ex asistente del presidente Raúl Alfonsín.
Un libro atrapante
Excelente y atrapante libro ha escrito Alberto
Nadra. Excelente porque desmenuza con fluidez y profundidad 50 años de historia
de la izquierda argentina y en particular del Partido Comunista. Atrapante
porque, con sus relatos y sabrosas anécdotas, es imposible no leerlo de un
tirón.
Como antiguo militante de izquierda que soy, he
conocido en vivo y en directo una parte no menor de esa historia que Secretos
en Rojo describe. Me ha tocado ser parte incluso de situaciones que allí se
relatan. Aun así, todavía estoy sorprendido de tantas cosas -algunas geniales-
que por Alberto me he enterado. También le agradezco que me haya ayudado con
sus análisis e interpretaciones a entender mucho más mi propia experiencia
política.
Dejo para el final de estas líneas mi
reconocimiento a los Nadra. En esas páginas está condensado el compromiso de
esta familia con su país y con su pueblo: esfuerzo, sacrificios, sufrimientos,
persecuciones, derrotas, desencantos, nada les impidió pelear por sus ideales.
Vaya mi homenaje a todos ellos.
Humberto Tumini, ex miembro del ERP,
fundó Patria Libre y hoy es secretario general de Libres del Sur.
¿Qué nos depara Secretos en Rojo?
El relato de vida de una
familia comprometida y militantes del PCA y que desde las vivencias de Alberto
y a través suyo la de su familia toda una vida comprometida por la causa de los
trabajadores.
Nos hace recorrer muchos años
de lucha, en diferentes frentes, de generaciones entregados a la justa lucha por
la liberación de nuestros pueblos y enfrentados a momentos difíciles por la
represión de las dictaduras militares en los años 70.
No solo de aquellos que son nombrados
si no de los miles que abnegadamente aportaron al proceso de lucha a nivel
nacional sino además de aquellos que como Alberto tomaron las banderas del
internacionalismo en diferentes partes de nuestro continente e inclusive más
allá del atlántico.
Nos devela aspectos,
desconocidos para muchos, del trabajo Político Militar y el financiero del PCA
pero que transciende a otras organizaciones revolucionarios de cómo abordar y
desarrollar las políticas en estas áreas. Las
situaciones políticas actuales, en diferentes países, nos dan señales de la
necesidad de contar, por parte de las organizaciones populares de definiciones
en estas cuestiones, además conocidas y asumidas por el conjunto de la
militancia.
Y nos da la posibilidad de
repensar el quehacer político en estos tiempos, el carácter de la militancia,
la política de alianzas y como trazar el camino para la construcción de una
sociedad más justa, por la conquista del socialismo.
Y por
último, Alberto nos demuestra que a pesar de todo lo vivido, los ideales siguen
inclaudicables, el compromiso por las justas causas de nuestros pueblos están intactas, que a pesar de los años
cronológicos sigue con ese impulso juvenil de esos años en que tuve el honor de
conocerlo. Cuando queríamos alcanzar el mundo con nuestras manos tal como aun
queremos hacerlo hoy.
Darío
Croutchet González (“Luba), Integrante en 2013 del Comando
de Independientes por la diputación de Camila Vallejo, y ahora
del movimiento ciudadano Todas Las
Manos, La Florida, Chile.
Aporte a la recuperación de la Memoria popular
Secretos en Rojo ofrece la posibilidad de conocer aspectos de la
lucha interna del Partido Comunista que no trascendieron a pesar de que las
numerosas fracturas sufridas por el PC.
Especialmente porque se trata del relato de una persona que por razones
políticas y personales tuvo acceso a los primeros niveles de la organización.
Ya no existen las razones que impedían la
divulgación de los secretos. Quienes los ignoran son aquellos para quienes el
conocimiento de los hechos puede contribuir a la comprensión y valoración de un
proceso de extraordinaria movilización y combatividad obrera y popular y para
contribuir a la elaboración de una autocrítica de los errores cometidos.
La tarea de develar los secretos es un importante
aporte al proceso de recuperación de la memoria popular.
La tarea de reconstrucción histórica de las luchas
populares es parte de las disputas por la imposición de una interpretación de
los hechos que conmovieron nuestro pasado reciente. A esa empresa se suma Secretos en Rojo.
Marcelo Langieri, Sociólogo, docente, ex miembro de Montoneros.
Historia, Verdad y Militancia
Es
cierto que la política es economía concentrada; en este libro Alberto Nadra nos
ofrece pruebas irrefutables de la certeza de aquella máxima leninista. Los
oscuros vínculos político-económicos del PC Argentino con Moscú, en tiempos de
la dictadura; los seguidismos a que obligaban, y que se sintetizaron para la
historia en aquella frase según la cual Pinochet era un dictador sanguinario y
Videla, en cambio, solo un militar autoritario.
Estas
y otras historias (la paternidad “boliviana” del Che; la estructura militar del
PCA, entre otras) son descritas con el desapego que dan una íntima familiaridad
con esos temas, a la que se sumó --creemos-- el infinito hartazgo que debió
provocar en los militantes más honestos el viejo vicio cupular de barrer la
tierra política debajo de la alfombra partidaria.
No
es este un libro de añoranzas, aunque la pasión agita sus páginas. No es este
un libro de denuncias, pero sí de revelaciones. Es un libro para leer y para
pensar, en el que pueden calmar su sed de verdad los militantes desengañados de
cualquier ideología, porque los militantes, más allá de los desaguisados de las
dirigencias, expresan el punto más alto que puede alcanzar el compromiso del
hombre con sus semejantes. Este libro es también un homenaje a los mejores
entre ellos.
Norberto Colominas, ex Jefe de Redacción de “El Periodista” y Télam. Columnista de Radio Nacional.
Aquel partido, ya no existe
A la historia de las luchas revolucionarias
le cuesta hacer oír esa mezcla de empírico e imaginario que constituye la base
del relato histórico. No solo se la oculta y se la niega, sino que se la
tergiversa. El libro de Alberto es una invocación de momentos sublimes del
partido más importante de la izquierda argentina del siglo XX: el Partido
Comunista.
Me interesa resaltar
aquí la clara traición al viraje propuesto por el 16 Congreso celebrado en
1986. Efectivamente, entre 1983 y 1994 se jugó la posibilidad de transformar al
partido en el más eficaz instrumento para unir a la militancia popular frente
al capitalismo neoliberal. Pero el viraje fue derrotado y el partido no existe
más. Alberto, un integrante del núcleo impulsor del viraje, es testigo directo
del pacto que el máximo referente del mismo concretó con el aparato y con
quienes se oponían a las transformaciones. Se llamó entonces "viraje en
unidad”. Para 1991 la mayoría absoluta de los impulsores de los cambios había
abandonado el partido. Seguimos algunos, en su mayoría secretarios del interior
y los nuevos dirigentes de la Fede. Nos dejaron escribir la Tesis del 17
Congreso desarrollando la importancia de los movimientos de base como
metodología de participación y unidad popular. La elaboramos en conjunto con el
MNL Tupamaros, quienes crearon el MPP. Por eso cuando "Chacho"
Álvarez planteó la creación del partido Frente Grande, a nosotros nos pareció
una formalidad ingenua que no ponía en riesgo la existencia del partido. Como
Movimiento de Participación Entrerriana no solo derrotamos al macartismo, sino
que encabezamos las listas de diputados provinciales y nacionales obteniendo
esas bancas. A la vez seguíamos funcionado como PC. El fraude en el CC que para
rechazar esta política alteró el resultado de la votación, impidió que la
izquierda jugara un papel orgánico y protagónico en la historia y la crisis
frentista. Fue el final.
Federico Soñez, Ex miembro del ERP,preso político y en democracia del CC y de la Comisión Política del PC electo en el XVII Congreso. Ex Diputado provincial y nacional del Frepaso.
Apasionante
El jueves fui a la presentación
de un libro, Secretos en Rojo, de
Alberto Nadra. Fue un gran placer escuchar a los panelistas y encontrarme con
queridos compañeros que ya no son tan juveniles como en los viejos tiempos.
Pero la reunión tuvo su costo, porque volví a casa, me puse a leerlo y no pude
parar hasta las dos de la mañana. Al día siguiente continué hasta que me tuve
que poner a trabajar. Ayer sábado lo terminé. Se trata de la historia de un
militante y dirigente del PC argentino que describe los sacrificios, las penurias,
los aciertos y desaciertos, la bronca por las traiciones y la renuncia
definitiva. Muchas cosas las conocía de lejos, porque siempre trabajé en otra
fuerza y cuando nos juntábamos era en las juventudes políticas o en su versión
universitaria. Otros hechos ni los imaginaba. Todo me resultó apasionante, una
reivindicación de la militancia, una apuesta a que los fracasos son para
aprender y seguir adelante, no importa cuál sea el partido o el movimiento.
Rubén Levenberg, Periodista. Profesor de grado y postgrado en
Ciencias de la Comunicación de la UBA. Ex representante por el Socialismo Auténtico
en la mesa de Juventudes Políticas durante la dictadura.
Un retazo del alma
Páginas reveladoras no sólo
de eventos y realidades políticas que sorprenderán a más de uno. También, de
una persona extraordinaria. Un individuo profundamente sensible y conmovido por
el prójimo, cuyos ideales lo condujeron a protagonizar una vida intensa y
comprometida. Luego, la lealtad a esas banderas del alma que había sostenido
hasta entonces lo condujo nuevamente a ser protagonista. Sólo que, en esta
ocasión, del derrumbe de una de las bases fundamentales de la primera parte de
su vida; del principal espacio en torno al cual esa existencia se había desarrollado.
¿Qué sucedió con ese individuo, con esa existencia? Ayer, en la presentación
del libro –cada uno con su estilo, pero los dos en frases claras, sucintas y
excelentemente combinadas– Héctor Valle y Osvaldo Nemirovsci expresaron su
admiración y su contento por el logro que, desde lo emocional, implica este
libro para mi padre: una evidencia, entre tantas otras, de su particular manera
de repensar sus bases teóricas, de reconstruirse como militante y –desde ese
nuevo lugar, como siempre– seguir luchando por la realización de sus ideales. Como
señaló Héctor, Alberto decidió reconstruirse. Nuevamente por esos sueños que
siempre lo habían guiado, que siguieron haciéndolo; por sus pasiones; por su
denodada lucha por el prójimo; por su padre, su madre, sus hermanos. Y, como él
repite, por nosotros: por Leonor, compañera y madre; por Yamilé y Giselle, sus
hijas. Les recomiendo esta lectura, amigos y conocidos. No sólo desde mi lugar
de hija orgullosa de un papá y un maestro maravilloso; de una hija feliz de
ver, por fin con formato de libro, esa evidencia de reconstrucción personal y
política. Les recomiendo esta lectura porque está llena de verdades que
vale la pena conocer. Porque leyéndolo encontrarán esas verdades transmitidas
con una perspectiva única, y con el objetivo de ser advertidas y entendidas por
todos. Porque leyéndolo tendrán una oportunidad única de conocer fragmentos de
la vida interior de un político al que muchos creen conocer, pero del que sólo
alcanzan a vislumbrar la superficie.
Yamilé
Nadra,
abogada y ensayista, autora junto Giselle Nadra, politóloga, de Montoneros. Ideología y Política en El
Descamisado.
Canto a la militancia visceral
Casi todos los relatos que llegarán ahora a Uds. han sido
ignorados por la historia oficial, o son inéditas, nunca comentadas. La memoria
histórica es un valor esencial de la vida social, para ello es esencial en
primer lugar conocerla.
Por ello también este libro es un canto a la militancia visceral. Prolifera el
amor incondicional a un partido al que toda su familia le dio todo, incluida su
fortuna personal, y que en realidad detrás de ese gran velo, el partido, se
esconden individuos y personalidades concretas que con sus pequeñas o grandes
miserias que todo lo destruye. Por eso escribe desde el dolor, en una etapa de
un gran duelo personal y que aún no está superada. Pero también hay atisbos que
muestra el desamparo, la soledad intelectual y la sensación de fracaso de más
de una generación a un proyecto por la caída de lo que llamaron “socialismo
real”. Sin embargo, su trayectoria marxista lo impulsa hacia adelante a la
búsqueda de un nuevo aporte desde la izquierda.
Este libro, como valor histórico tiene una suma importancia, pues como relato
historiográfico se encuentra en un marco apropiado, justo y oportuno, para
sopesar algunas verdades no dichas, que jamás hubieran quedado plasmadas y
establecidas, sino fuera por la pluma de Alberto Nadra. Se hubieran perdido en
el espacio vacío del tiempo. Por cierto, la escritura es muy simple y directa,
se nota la profesión de periodista al plasmar en exactas pinceladas los
párrafos más complejos.
Carlos
Ponce de León, Filósofo, docente
de la Universidad Nacional del Comahue, fragmentos de sus reflexiones en Neuquén, kürüf puken (viento de invierno).
El Reparador de Sueños
Leí ayer en el día "Secretos
en rojo", no pude parar hasta terminarlo.
No puedo evaluarlo
políticamente, porque lo sentí profundamente afectivo, lo que creo que aumenta
su valor; no puedo tampoco dejar de pensar, como buena feminista que " lo
personal es político", así que ahí queda incluido el valor político del
libro. Está demás decirte que conozco a tod@s y cada un@ de las personas que
nombrás en tu libro, hemos recorrido caminos paralelos y comunes en nuestras
vidas que fueron son y serán siempre vidas militantes. Milité con la madre de
Marcelo Feito (la camarada Mery), con Iris Avellaneda (madre del Negrito) y fui
compañera y amiga íntima de Hernán Nuguer (estudiábamos juntos en Exactas,
antes de su pase a Arquitectura y del mío a Psico).
Me emocionó el valor y el
afecto intrínseco de la familia Nadra (“los” Nadra), eso implica lo difícil que
debe haber sido poner blanco sobre negro, los sentimientos y los hechos que
relatás.
Críticas tengo, tal vez por la
parte donde nuestras militancias eran paralelas, pero creo que no es pertinente
mencionarlas ahora.
(…)
… dado que ese mundo mejor no
llegó voy ahora a vivir hasta los 100 para poder incidir en ese cambio, pero sé
que si bien no le dejo un mundo mejor a mis hijas (por ahora), le dejo al mundo
hijas que van a continuar la tarea de cambiarlo". En lugar del feliz cumpleaños,
los que allí estaban cantaron La Internacional. Por eso pienso que este libro
está escrito por quien, como much@s nunca abandonaremos el sueño de la
Revolución que como marxistas tenemos impreso a fuego en nuestra piel y en el
alma.
Silvio Rodríguez escribió
" El reparador de sueños", vos sos uno de ellos, por eso, por los
sueños que recupera el libro, para vos "Chapeau" Alberto.
Adriana Litwin, Psicóloga. Referente del movimiento feminista y de derechos humanos.