Con motivo del fallecimiento de quien
fuera mi hermano político, Patricio Echegaray, con dolor por su familia pero sin avalar la idealización del principal responsable del más grave e irreparable daño al Partido Comunista, publiqué
algunas reflexiones en mi muro de FCB, a las que algunos respondieron con ignorantes agresiones, o la clásica muletilla de “¿Por qué no hablaste antes?”.
No es mi caso. Lo hice, y mucho antes de 1990, en que presenté mi renuncia. En todas y cada una de las reuniones del CC, pero vaya como recordatorio la carta que dirigí (y entregue en el local con nombre y apellido) a mis entonces camaradas –el 90% de los cuales luego abandonó el partido—pero jamás fue difundida, ni entregada.
No es mi caso. Lo hice, y mucho antes de 1990, en que presenté mi renuncia. En todas y cada una de las reuniones del CC, pero vaya como recordatorio la carta que dirigí (y entregue en el local con nombre y apellido) a mis entonces camaradas –el 90% de los cuales luego abandonó el partido—pero jamás fue difundida, ni entregada.
Carta de Renuncia al Comité Central y
al PC
Buenos
Aires, 8 octubre de 1990.-
Compañeros:
Después
de 26 años de militancia, presento mi renuncia indeclinable al Comité Central y
al PC, convencido de que el deterioro político y la degradación moral de la
cúpula partidaria, lo han llevado a la disgregación. La histérica negativa con
que respondieron a mi reclamo de una reunión donde presentaran balance de su
acción, junto a las amenazas e infamias con que me calificaron, hacen estéril
todo nuevo esfuerzo personal para aportar a la recuperación del PC.
Hace
casi dos años denuncié casi solitariamente el avance de “una concepción
autoritaria y elitista del Partido, de la elaboración de su línea y de la toma
de decisiones, el resurgir de la antigua soberbia y el hegemonismo en la acción
política”, opiniones que conocían con anterioridad Echegaray y algunos
compañeros con los que impulsamos y dirigimos la labores del XVI Congreso.
Por
plantear francamente mis opiniones ante ese CC fui, entonces, separado de la
dirección del periódico Qué Pasa. Por
denunciarlo, luego, públicamente, se me condenó con la vieja muletilla
estalinista del “daño al partido” y la “utilización por el enemigo”.
Es
la misma que repiten ahora, y que siempre sirvió para ocultar tantos atropellos
e injusticias en el PC, especulando con el espíritu de cuerpo creado por tantos
años de persecución y represión.
Pese
a los esfuerzos de muchos militantes y algunos dirigentes de ese CC, al
surgimiento de posiciones abiertamente críticas y de propuestas renovadoras con
motivo del futuro XVII Congreso, nada corrigió la cúpula. Todos han sido
retoques cosméticos para proteger sus sillones.
Con
protagonismo del viejo aparato, y con la marginación de la militancia,
Echegaray, Pereyra y Fava han terminado de liquidar al PC. Lo han hundido en
una crisis sin retorno. Ellos son los liquidacionistas actuales de una historia
militante de entrega y heroísmo, más allá de las páginas oscuras de las
dirigencias.
El
fatídico “viraje en unidad” no ha sido otra cosa que una traición a lo mejor del
pasado XVI Congreso: la sacralización de sus aspectos más infantiles e
inmaduros; y la sumatoria de lo más inmoral de lo viejo y de lo nuevo.
Siguen
marginando a la militancia y al propio CC de buena parte de las decisiones;
como las financieras, de las que reclamé un balance que se negaron a realizar,
y me respondieron con agresiones y amenazas de muerte propias de matones y
grupos de tareas; inconcebibles en hombres que se dicen revolucionarios y
humanistas.
Ocultan
que, mientras un puñado especial de dirigentes goza de privilegios propios de
la corrupción y producto del latrocinio, son muchos los que no tienen para
publicar un volante, pasan hambre, o son dejados en la calle, sin trabajo,
después de décadas de entrega sacrificada al Partido.
Para
acallar todo esto sin ruborizarse me califican de “provocador”, y hasta de “policía”;
justamente los personajes que manejan los hilos del siniestro aparato de
control interno. Son, nada menos, que los mismos protagonistas de los vínculos
orgánicos con la dictadura, consolidados a la sombra del seguidismo político: conducta
por cuyas causas y derivaciones aún no han rendido cuentas ni dado
explicaciones. Se trata, sin duda, de una historia tan siniestra y “secreta”
como la de las finanzas partidarias.
Tampoco
puedo comulgar con el rumbo de una cúpula capaz de oscilar de un extremo al
otro del espectro político, más allá de una fraseología hueca que encubre la
incapacidad para comprender los profundos cambios en el mundo y en el país; con
la orfandad de preparación teórica, la superficialidad del análisis y, en algún
caso, los peligrosos signos del desequilibrio psíquico.
El
hegemonismo y el aparatismo en las relaciones políticas, con su contracara de
seguidismo; una concepción ombliguista del Partido; una nueva subordinación
internacional que cambia una obsecuencia por otra, con la misma falta de
independencia; se rematan ahora con una política sindical que margina y
anatematiza a buena parte de la izquierda, incluido el peronismo combativo.
Estos
son temas para el debate, por cierto. Pero lo que es indiscutible son los
graves hechos que he denunciado en estos dos años, en los que con esfuerzo y no
poco desgarramiento personal seguí participando en las reuniones del CC. Estaba
convencido de que era un mandato de los compañeros que me eligieron, y que me
obligaba a esclarecer muchos temas a los que tuve acceso por las particulares
responsabilidades que me tocó desempeñar durante este proceso. Ustedes mismos
poco sabían sobre ello y tenían que dirigir y tomar decisiones sin los
elementos necesarios, que se les ocultaban.
Ahora,
ese ya no es el caso. Hoy nadie podrá aducir ignorancia para justificar sus
errores, su cobardía o su complicidad.
En
medio de las maniobras fraudulentas, la marginación y la descalificación a decenas
de compañeros, no hay espacio para seguir adelante en un partido destrozado,
con una crisis terminal. Los responsables de la destrucción, con nombre y
apellido, tendrán que rendir cuentas ante el pueblo y la historia.
Queda
a los compañeros que aún confían en dar batalla interna exigir que esta cúpula
traidora y corrupta rinda esa cuenta. No comparto su optimismo, pero los
respeto.
Asumo
toda la responsabilidad que me cabe por lo bueno y por lo malo que hizo este
Partido durante y después del XVI Congreso. Nada nuevo podrá construirse, y
mucho menos, reconstruirse, sin una actitud ética que comience por asumir
nuestras propias responsabilidades.
Estoy
seguro de que con algunos de ustedes nos encontraremos en la construcción de
una práctica política, teórica y organizativa, que aporte al renacer orgánico
de las fuerzas populares en nuestra Patria.
Un
renacer orgánico que supere el histórico sustitucionismo de la izquierda
argentina, que siempre reemplazó al pueblo y a la propia militancia con su
aparato y su proyecto; ambos autoproclamados de vanguardia. Una práctica
política que, en definitiva, contribuya a la creación de una fuerza
alternativa, democrática, nacional y
popular.
Los
saluda
Alberto Nadra
Amargos recuerdos de una época ahora sepultada Cuan sabio era tu viejo
ResponderEliminar¡Gracias "Veji"!
EliminarHay mucha tela marinera para cortar con respecto al nefasto “viraje”…Yo fui compañero de un decano de la miltancia de la zona sur del Gran Buenos Aires…Un militante que vivió la Historia del Partido desde los años 30…Lloraba y estuvo a punto de romper el carnet por las barbaridades de los “revolucionarios” que iniciaron el liquidacionismo del Partido…Yo participé de las asambleas preparatorias y recuerdo perfectamente la arrogancia de la militancia de la FEDE echando en saco roto todo lo que se había hecho hasta ese Congreso…Fue una verdadera verguebza que contó con el impulso de algunos camaradas intencionados y con la adhesión de muchos otros que se dejaron influencias por esas patotas que despreciaron toda la Historia de nuestro Partido y de sus abnegados militantes…Hay mucho mas que decir sobre esto…Es más, sería imprescindible hacerlo…Incluso con nombres y apellidos…Esperemos a ver que reacciçon hay a esto…Roberto
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar