Sus ex amigos, entre quienes NO me cuento, lo definen con numerosos y desdorosos adjetivos.
Su egolatría, y la promesa del Grupo Clarín de “darle manija” le permitieron en los primeros años del gobierno anterior, cuando todavía no lo habían “instalado” y era un ilustre desconocido, titular un libro “Kirchner y yo”: nada menos.
De entonces vienen tanto sus definiciones provocadoras, antiperonistas, pero sobre todo el profundo desprecio de todo lo "colectivo" y popular.
Desaparecido durante algunos años, el monopolio lo relanza (hasta más de una vez por semana en sus programa diarios, o hasta varias veces en el día) en todos sus canales abiertos, de cable y radio, para que insulte (de eso se trata) parafraseando a Saint Jean “primero a lo K, luego a los tibios, y finalmente a los indiferentes”.
Ahora habla del “Club del helicóptero” golpista, del “Frente Reciclador”, en el estilo con que, en 2009, se presentó ¡ante la Justicia Penal! para denunciar por "usurpación de la Presidencia de la República" a Néstor Kirchner, en "perjuicio" de Cistina Fernández.
La nota cuyo enlace incluyo me surgió en diciembre de ese mismo año en respuesta a un artículo presuntuoso y ridículo que publicó en Crítica (titulado "PUTIN, STALIN Y LOS KIRCHNER", antes que la vaciara el, todavía, "progresista" Lanata.
Por supuesto nunca fue publicada. Tampoco, esas cosas de algunos amigos de la década ganada, por el entonces ascendente Roberto Caballero, que sí reprodujo la de Iglesias en una revista dedicada a contraponer escritos en debate, que dirigía antes de ser director de Tiempo Argentino.
Va enlace a la nota publicada en este blog. en 2009, bajo el titulo "FERNANDO IGLESIAS, STALIN Y LOS KIRCHNER"
En una
descabellada cabalgata que parte en su familia comunista –de quien dice
despreciar su olfato político–
Fernando
Iglesias logra, por fin, explicarse y explicarnos, “la fascinación de buena parte
de mi familia y de la izquierda argentina por los Kirchner”: afirma, nada menos,
que “el kirchnerismo es una encarnación débil del estalinismo con su
tradicional carga de populismo, nacionalismo e industrialismo”.
La
nota, titulada “Putin, Stalin y los Kirchner” –que publica el 26/2/08 Critica de la Argentina– pese
a que acumula una catarata de categorías incomprensibles sin la ayuda de un
diccionario especializado, omite pudorosamente que la división entre ideología
en un sentido “débil” y otro “fuerte” pertenece a Norberto Bobbio, a quien no
cita, por supuesto.
Sobre
el final, llega a una conclusión aun más disparatada. En su opinión ese
“estalinismo kirchnerista” fundamenta el acercamiento con Rusia que, en lugar
de una racional política exterior de relaciones diversificadas y la búsqueda de
mercados para nuestros productos en medio de la más formidable crisis económica
en un siglo, es la concreción de un “escandaloso intento de hacer de la
Argentina un paraíso para el lavado de dinero sucio, en momentos de gran
expansión de la mafia rusa”. Un argumento en el que coincide con el lopezreguista
y pro ruralista Partido Comunista Revolucionario (PCR), supuesta izquierda que
olvida nombrar, quizá porque ella coincide con su furia antiperonista y antikirchnerista.
Esta
nueva adquisición de Elisa Carrió –como Alfonso
Prat Gay, Enrique Olivera, Patricia Bullrich, o María Eugenia Estenssoro,
quienes seguro huirán rápidamente de su lado, como tantos otros– considera al estalinismo como “la más terrible
pesadilla de la historia de la humanidad” cuando, si bien nefasto, incomparable
con el nazismo y el fascismo. Su afirmación es bastante insultante para la inteligencia
y el sentido común. Pero no extraña, si su jefa espiritual ya ha gastado las
más absurdas comparaciones. Calidad institucional, que le dice.
Como
nos negamos a descender a semejante nivel, trataremos de que el diputado
intente evaluar otras razones por las cuales hombres y mujeres que, como en mi
caso, provenimos de la izquierda tradicional, apoyemos, más allá de
cuestionamientos concretos y públicos, el proyecto nacional y popular que está
en marcha.
Por
ejemplo, recordar que de nada sirvió agitar que Alicia Moreau de Justo impulsó el
voto femenino o las leyes sociales
Alfredo Palacios y los comunistas, si cuando Eva y Juan Perón las hicieron
realidad no estuvimos allí para apoyarlas y defenderlas juntos. Esto nos
planteamos cuando un gobierno como el de Kirchner, y ahora Cristina Fernández,
impone en la agenda y el debate temas por los que siempre hemos luchado y que,
hace apenas unos años, en medio de la orgía menemista, parecían apenas tercas
utopías.
Sin
duda, Iglesias prefiere abjurar de su familia y de las mejores tradiciones de
lucha de la izquierda argentina para optar por repetir y profundizar sus
errores como si fueran virtudes. Ahora brega por la refundación de una suerte
de Unión Democrática, en lo que –¡oh,
casualidad!– coincide con algunos autodenominados “kirchneristas” que
pensaron -–e insisten– que eso hasta es deseable, convencidos de que “agudizar
las contradicciones” y “polarizar el enfrentamiento” favorecería la
homogeneización del campo popular y aislaría al enemigo de manera contundente.
Por
el contrario, ya lo hemos dicho y escrito, nosotros apostamos a impedir que nos
vuelvan a dividir con falsas antinomias como entonces fueron Democracia o
Fascismo por un lado, y Braden o Perón por el otro.
Trataremos
de no cometer, al menos, los mismos errores y trabajaremos para evitar que
muchos compañeros, con sobradas muestras de pertenecer al campo nacional y
popular, queden otra vez del lado de la antipatria.
No
despreciamos –como
lo hizo casi toda la izquierda y parte del peronismo combativo en los años 60 y
70– la “democracia formal”, tema
al que la Presidenta dedicó una frase contundente, e ignorada por Iglesias.
Pero tampoco seremos tan ingenuos como para permitir que nos impongan una nueva
cruzada contra el autoritarismo, para esconder el debate de fondo acerca de la
distribución de la riqueza.
Menos
estos supuestos defensores de la República que, en algunos casos, fueron
beneficiarios de las dictaduras de turno, como los Blaquier, los Aguado, Macri,
Pagani, Pérez Companc o los Miguenz; sus expositores y difusores, como algunos
autodenominados periodistas independientes al servicio de Magneto y Mitre; o,
incluso, ejecutores del remate y saqueo de los ’90, como Roberto Dromi, Carlos
Melconian, Miguel Ángel Broda, Carlos Ruckauf, Ramón Puerta, o Miguel Ángel
Toma.
¿Qué
lecciones de republicanismo nos puede enseñar esta gente? Tampoco la señora
Carrió o Fernando Iglesias quienes –pese a la tragedia del 2001– siguen pontificando desde el banquito de los
impolutos que los problemas del país son de corrupción y moral, con el mismo
libreto que sostuvieron durante la Alianza.
¡Claro
que son problemas! Pero no resuelven “El Problema”: el modelo socioeconómico de
renta, rapiña, entrega del país y expropiación de los salarios de los
trabajadores.
Si
el diputado Iglesias quiere debatir acerca de la Constitución debatamos. Si
quiere plantear la división de poderes y el papel del Congreso, aquí estamos.
Pero también queremos escucharlo reclamar por el cumplimiento de artículo 14
bis de la Constitución.
La
izquierda antiimperialista y popular está aquí para debatir si ofrecen un mejor
rumbo que el actual.
Pero
discutamos cómo se cumple toda la Constitución: la salud para todos, la
educación para todos, la vivienda para todos, el trabajo y el salario digno
para todos, la participación de los trabajadores en las ganancias de las
empresas, cuya sola mención acaba de escandalizar al establishment.
A
ver si estos demócratas quieren discutir estos derechos garantizados por la
Constitución.
Nosotros
sí.
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