En París, nunca tan lejano, se nos fue el querido “Pepe”, el periodista chileno José
Maldavsky: serio cuando había que serlo. De un humor corrosivo aún en las
paradas más difícil. Inflexible con las agachadas.
Con él
–Isidoro Gilbert, Lucho Córdoba, Enrique Martini, mi hermano Rodolfo Nadra, el
poeta paraguayo Elvio Romero, el charrúa Ricardo Saxlund, entre otros—integramos un equipo de contrainteligencia,
y en ocasiones de acción, que denunció y enfrentó la Operación Cóndor, desde fines
de los 70 hasta avanzados los años ’80. Su sede argentina fue una oficina en Córdoba
652, 11 E, y hombres y mujeres en Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil, como
equipos en Praga, Berlín, Moscú y las
principales capitales europeas.
Parcialmente
cuento esa historia en mi libro “Secretos
en Rojo. Un militante entre dos siglos”.
Tal
vez alguien, alguna vez, rinda homenaje a esos luchadorxs, escriba ampliamente
su historia, omitida aún en los comentarios de la prensa canalla acerca de las explosivas
revelaciones que realicé, relegada por una Academia que investiga solo lo que
le interesa o rinde, económica o políticamente. En los dos àmbitos, la prensa y la academia, a la dominante historia de los vencedores se ha incorporado ahora lo que considero "La historia de los vencedores entre los perdedores". Para la primera hay mucho espacio, para la segunda menos, para la tercera nada, o casi nada, que "no es lo mismo pero es igual",
Pepe, dio
testimonio en una nota para el libro, que lo pinta de cuerpo entero, tanto al
que conocí como al hombre que se forjó en las décadas siguientes:
“Aunque les asombre, no tengo intención de
relatarles en detalle mis recuerdos de la aventura de la calle Córdoba 652, en Buenos Aires, entre el
año 1973 y el año 1975.
La pregunta que surge hoy de esta experiencia
se vuelca en dos palabras; memoria y resistencia: ¿en qué medida Córdoba 652 es una referencia?
(…)
“Después de los acontecimientos de Córdoba 652, los tiempos han cambiado.
Pero el compromiso democrático ha adquirido el sentido de una lucha que traza,
sin descanso, las vías de transmisión de la memoria histórica y la necesidad
absoluta de resistir.
“Casi cuarenta años más tarde, nuestros
modestos despachos noticiosos revelan el lugar determinante de la historia de
resistentes anónimos contra la dictadura en la vida política de las
democracias.
“Nuestro profesionalismo permite demostrar hoy
que memoria y resistencia permanecen como un valor fundador de la legitimidad
de optar por la democracia.
“Hoy nuestros países se desarrollan, pero el riesgo del olvido de
un pasado reciente nos invita a mirar hacia atrás. La memoria es un valor
esencial de la vida social. Ella surge cuando las sociedades se enfrentan a la
historia de su fundación y a la herencia recibida de los regímenes precedentes.
(…)
“Tales enfrentamientos pueden redefinir la
legitimidad de la elección de la democracia, pero también pueden terminar en la
negación del pasado contribuyendo al cuestionamiento de los valores que la
originan.
“La historia reciente de nuestros países prueba
que memoria y resistencia están en el centro de los valores que permiten
construir la democracia.
“Confirma que la memoria es la esencia de una
crítica a la altura del hombre, frente a aquellos que privilegian una visión
dogmática de una historia en movimiento y regida por las reglas de la economía
de mercado.
“La historia fue escrita en Córdoba 652 paso por paso, en el
anonimato. Ignorábamos si estábamos escribiendo las páginas de una historia
triste para las nuevas generaciones: para que nunca más se repita, sigamos
resistiendo.
“Quisiera por último rendir homenaje, agradecer
y manifestar mi reconocimiento a la solidaridad internacional de los
integrantes de la calle Córdoba 652, sin la cual no estaría escribiendo en este
momento.
“No sólo me acogieron en su seno, con la
generosidad que los caracteriza, sino además enarbolaron la bandera de la lucha
de un pueblo martirizado por una dictadura como si fuera el suyo. Y eso no se
olvida nunca”.
Otras tareas llamaron a Pepe dentro de aquel
Chile martirizado.
La DINA lo encarceló cuando editaba en la
clandestinidad el periódico del Partido Comunista de Chile, El Siglo.
Torturado
y confinado, partió luego al exilio y se radico en Francia donde no abandonó
sus ideales, pero se convirtió en un
documentalista de renombre internacional.
Yo lo
quise y lo querré. Hasta que me vaya. Y quiero entregar ese amor a los suyos:
con sus hijos, Alioshsa, Yuri y Nicolás y la madre de sus hijos, su compañera
de entonces y nuestra amiga Marilú.
Desde
la cámara que ilustra este insuficiente texto nos retrata, en el pasado y en el
presente. Me recuerda que no bajaremos los brazos, pero no puede evitar que no
quepa tanto dolor en un corazón ya lastimado.
Alberto
Nadra
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